En 2025, Argentina reabrió la importación de autos clásicos,con más de treinta años de antigüedad y un valor FOB superior a 12.000 dólares. Cómo funciona el nuevo régimen
Cómo funciona el CIVAC
El Certificado de Importación de Vehículos Automotores Clásicos (CIVAC) es hoy la pieza central del sistema. Se tramita de forma digital a través de la plataforma TAD (Trámites a Distancia) y busca agilizar lo que durante años fue un proceso engorroso.
Según la Resolución 24/2025 de la Secretaría de Industria y Comercio, el certificado se otorga por doce meses y habilita la nacionalización de la unidad, aunque con una restricción: el auto no puede ser vendido durante los dos años posteriores a su ingreso al país.
Modernización y nuevas reglas
En julio, la Resolución 300/2025 profundizó esos cambios con un procedimiento completamente digitalizado y plazos máximos de evaluación. Es una señal de la tendencia general del nuevo esquema económico, que prioriza la desregulación y la reducción de la discrecionalidad estatal.
Desde el Gobierno destacan que la medida busca “desburocratizar” el comercio exterior sin poner en riesgo los controles técnicos y fiscales.
Costos y tiempos: el talón de Aquiles del sistema
Pero importar un auto clásico todavía está lejos de ser un trámite sencillo. Los costos aduaneros y tributarios pueden representar hasta el 60 % del valor FOB del vehículo, a lo que se suman gastos de traslado, depósito y homologación.
En la práctica, el proceso puede demorar varios meses. A mediados de año, un informe del Ministerio de Economía mostró que de 149 solicitudes presentadas bajo el nuevo régimen, casi la mitad seguía pendiente de resolución.

La mirada de los expertos
El economista y consultor Andrés Civetta explicó que el programa “no es totalmente nuevo, sino una actualización de excepciones que ya existían”. En diálogo con este medio, advirtió que “el costo real de la importación de autos clásicos no está tanto en los impuestos como en la incertidumbre administrativa”.
Según su análisis, la clave del éxito será la previsibilidad: “Reducir tiempos y trámites puede hacer más por el régimen que cualquier rebaja fiscal”.
Un nicho con valor simbólico
El impacto económico, por ahora, es limitado. El número de autos importados como clásicos sigue siendo bajo —menos de un centenar de unidades al año—, por lo que no se espera que el nuevo esquema modifique los precios del mercado interno.
Aun así, Civetta considera que el régimen tiene valor simbólico: “Es una prueba de confianza institucional. Si un país puede importar un bien de nicho sin trabas ni discrecionalidad, puede demostrar que su sistema comercial está madurando”.
La postura de la Cámara de Comercio Automotor
Desde la Cámara de Comercio Automotor (CCA), el vicepresidente Alejandro Lupo coincide con ese diagnóstico, pero pone el foco en los efectos colaterales. También remarcó la necesidad de mantener controles claros: “El régimen debe ser una oportunidad, no una puerta trasera para importar usados”.
“Cada vehículo clásico que llega al país moviliza toda una cadena de valor: restauradores, talleres, aseguradoras, proveedores de repuestos. Es un mercado chico, pero genera trabajo especializado”, explicó.
Un régimen en sintonía con la coyuntura económica
El debate sobre la importación de clásicos aparece en un contexto económico particular. Con una inflación en descenso, la unificación del tipo de cambio y un intento de estabilización macroeconómica, el Gobierno busca mostrar señales de apertura moderada.
La habilitación de este régimen se inscribe dentro de esa narrativa: la de un país que reabre su comercio exterior, pero con límites definidos.
Lo que viene: desafíos y perspectivas
Hacia adelante, el desafío será transformar este esquema en una política sostenida y transparente. Si las demoras administrativas se reducen y los plazos de nacionalización se cumplen, el régimen podría consolidarse como un ejemplo de equilibrio entre libertad económica y control estatal.
Por ahora, los autos clásicos funcionan como un laboratorio de la nueva política comercial argentina: un espacio pequeño, pero simbólico, donde se mide hasta dónde puede llegar la apertura sin perder el orden.