La analista habló con Punto Convergente sobre el lanzamiento de su libro, “Política Pop: de líderes populistas a telepresidentes” en un escenario político cada vez más tenso y condicionado por las redes sociales.
Los debates a partir del rol que tienen las redes sociales en las sociedades son infinitos, pero ¿cómo son utilizadas por los presidentes y figuras políticas? ¿Son las estrategias de comunicación las bases de los planes políticos hoy en día? Adriana Amado, la analista política y periodista trata de responder a estas inquietudes en el libro Política Pop: de líderes populistas a telepresidentes.
Volviendo a los años 60 y retomando las ideas principales del movimiento artístico promulgado por Andy Warhol, “Arte Pop” -tanto en las ideas principales del texto como en la portada del libro donde los ex mandatarios latinoamericanos se insertan en un cuadro de Warhol a lo Marilyn Monroe- Amado basa su investigación del libro en el concepto del presidente pop: el mandatario que toma los recursos del pop mediático y del espectáculo para generar cercanía y aprobación de la ciudadanía, en lugar de concentrarse en tomar las decisiones que hay que tomar.
Desde Cristina Kirchner, Evo Morales hasta Rafael Correa, Amado realiza una profunda descripción de los gobiernos populistas de la primera década del siglo XXI cuyos principales objetivos estaban en “entretener y a partir de ahí construir ese carisma que tan seductor de políticos quienes fueron la última tanda de líderes pop de la televisión”, ya que hoy los mandatarios, a pesar de tener otro tipo de ideas, en su mayoría anti populistas, controlan el mundo del entretenimiento vía redes sociales.
“Hoy él es pop de las redes sociales: de Youtube, Memes ,Twitter y las últimamente tan mencionadas fake news o noticias falsas”, explica la autora para luego sumergirse en una descripción en cuanto a los peligros y ventajas de hacer política mediante redes sociales.
En primer lugar, y en comparación con la época gloriosa de la televisión, la forma de conectarnos y de consumo de información hoy en día es diferente, es “más volátil y menos comprometida de alguna manera”. En el pasado el consumo era sinónimo de fidelidad a cierto medio y/o periodista: en 1970 lo más probable era ingresar a una casa y que la televisión este fijada en un mismo canal las 24 horas. Lo mismo sucedía con los periódicos cuando algunos hogares recibían Clarín y otros La Nación.
Es por eso que la famosa “burbuja informativa” en la que muchos dicen que vivimos hoy, donde consumimos solo los mensajes que eligen por nosotros los algoritmos y que están relacionados con nuestros gustos, según la entrevistada, “era mucho más cerrada en el pasado”. En la actualidad, es más probable que consultemos fuentes informativas diversas, no solo porque existen más ya que los productores de contenido son infinitos, pero también porque a través de un link compartido por un amigo como mensaje irónico o mediante un meme se puede acceder a diferentes fuentes que tal vez son contrarias a nuestra ideología.
Aunque Amado hace una salvación en cuanto a los grupos de influencia: al aceptar la información se hace dependiendo de la persona que lo dice, no del medio en sí ya que poseen un mayor nivel de relevancia que un medio que, a pesar de alcanzar a miles de personas, no tiene “el poder que tiene un amigo al que vos le crees mucho pero que a lo mejor no tiene más de 20 seguidores”.
Es por eso que de la misma forma que el sociólogo Paul Lazasfeld estudió en los años 20 con su teoría de “los dos escalones”, donde la figura de los líderes de opinión, alguien carismático y con autoridad intelectual, era el que filtraba la información mediática y la transmitía a sus seguidores, sucede que hoy los usuarios de las redes sociales confían en la persona que informa, ya sea un periodista, un amigo o un presidente, no en la red social en sí.
“Así como Rafael Correa tenía su propio programa al estilo Intratables, Sabatinas, donde increpaba a sus ministros, y Cristina Kirchner se cansaba de realizar cadenas nacionales, Donald Trump utiliza Twitter aprovechando el discurso antagónico con periodistas para que los mismos muerdan el anzuelo y empiecen a amplificar un debate que tal vez hubiera pasado sin pena ni gloria”, resume Adriana para después explicar que en el caso de Trump se presenta como el “brabucón del pueblo” para mostrar autoridad pero que en realidad no es una violencia concreta, en ese sentido es más violento Nicolás Maduro.
Violencia política en Argentina
De acuerdo con Adriana Amado, el discurso gubernamental violento en Argentina y mismo en América Latina no solo se resume a lo que sucede en las redes sociales, ya que “nuestro debate político está dado porque pasamos años pensando que la forma era el insulto y la descalificación. Hay generaciones que no vieron un debate respetuoso”. De ahí que las acciones violentas son tomadas por los parlamentarios en el recinto, como por los mandatarios y los grupos de personas que toman las calles por diferentes causas.
“Me impresiono mucho que las feministas tomaran ese discurso aguerrido y agresivo como bandera y hablarán con palabras del campo conceptual de la guerra: lucha”, analiza la investigadora para luego concluir en que el escenario político y social argentino está condicionado por el nivel de violencia.
Elecciones 2019
Si bien el presidente Mauricio Macri utilizó las redes sociales y generó un diálogo con el concepto de “vamos a tu casa” durante su campaña política en 2015, según Amado, en los últimos cuatro años las redes y el papel que tienen los usuarios cambiaron muchísimo. “Una cosa es ser un partido de la calle y otra cosa es ser el partido gobernante, el responsable de los destinos del país”, afirma.
En contrapartida, mientras el oficialismo propone integrar a la sociedad, no lo hace en el ámbito público. “El problema es que los argentinos siguen esperando que venga el mesías y que arregle lo que no arreglaron”, explica Amado y deja en claro que gran parte del pueblo no sabe ni entiende que la democracia es participación y no solo demanda, cuya enseñanza cultural tendría que ser una obligación del gobierno.