Salarios bajos, largas jornadas de trabajo, falta de acceso a oportunidades de capacitación, son algunas de las condiciones que enfrentan los jóvenes cuando deciden empezar a trabajar.
El ingreso al mundo laboral implica muchos desafíos y varias desventajas. Las condiciones suelen ser precarias y existen dificultades para acceder al sistema judicial y de protección social, lo que incluye un seguro de salud. Estos nuevos trabajadores dan sus primeros pasos en lo laboral pero también comienzan a estar en una situación de vulnerabilidad económica y social producto de la informalidad.
“Jamás volvería a trabajar en un call center”, confiesa Rosario, una estudiante universitaria de 20 años que trabajó en agosto del año pasado para Personal. Con la idea de conseguir un trabajo que no requiera experiencia previa, los call centers aparecen como la oportunidad perfecta.
Rosario, ex empleada de un call center
“Tu team leader te observa y controla todo lo que hacés y no hacés; si no vendés empieza a escuchar tus conversaciones con los clientes, te obligan a mentirle al cliente con tal de vender el producto”
Sin embargo, los llamados centros de control terminan utilizando contra sus empleados un régimen de control absoluto con respecto a la hora de entrada y de salida en el sistema, los minutos de almuerzo, de recreo y hasta el tiempo que se pierde en ir al baño. Rosario lo describe como un ambiente muy competitivo en donde “tu team leader te observa y controla todo lo que hacés y no hacés, si no vendés empieza a escuchar tus conversaciones con los clientes, te obligan a mentirle al cliente con tal de vender el producto”.
Ya lo había alertado la OIT (Organización Internacional del Trabajo) el año pasado, cuando señaló que existe “una generación marcada por una crisis mundial del empleo juvenil cada más vez grave” que tiende hacia la exclusión de los jóvenes hacia un trabajo decente.
María Paz, ex moza de Deli Club
“Me pagaban 60 pesos la hora y la propina que me daban a mí me hacían ponerla un pozo común”
“Trabajé de moza en un restaurant cuando tenía 18 años y duré dos meses”, cuenta María Paz, una estudiante de veintiún años. Con ganas de tener dinero propio y porque “odiaba pedirle plata” a sus padres, Paz tomó la decisión de empezar a trabajar en Deli Club, una conocida cadena de comida de San Isidro. “Me pagaban 60 pesos la hora y la propina que me daban a mí me hacían ponerla un pozo común para después dividirla entre todos los mozos, entonces era lo mismo si yo atendía bien o mal”.
De acuerdo a un informe del Ministerio de Trabajo, el 9% de los trabajadores registrados son jóvenes y 9 de cada 10 jóvenes son asalariados registrados. Los puestos más ocupados por jóvenes son hoteles y restaurantes, comercio minorista, agricultura y ganadería, estudio jurídico y contables y por último construcción.
Además, las brechas de ingresos dentro del subgrupo de asalariado persiste favor de los adultos: los jóvenes de 16 a 24 años perciben salarios que son la mitad que los de los adultos de 56 a 65. Otra estadística revela que el 63,5% de los jóvenes informales son varones, mientras que el porcentaje de las mujeres es el 36,5% restante.
Julio, empleado de Rappi
“Te venden un modelo de que tu mismo eres tu propio jefe, te conectas el tiempo que tu quieras, que eres libre de elegir los pedidos, pero luego nada de esto es así”
Julio Olivero, un joven empleado de Rappi relata que como inmigrante, la plataforma digital de envío de comida era una de las salidas más rápidas para conseguir empleo al no tener los papeles y DNI. “Te venden un modelo de que tú mismo eres tu propio jefe, te conectas el tiempo que tu quieras, que eres libre de elegir los pedidos, pero luego nada de esto es así”, expresa. Los empleados cobran $35 por envío (sea un viaje de 5 cuadras o de 50), no están en blanco porque la empresa los considera un socio comercial con monotributo y no tienen ningún seguro en caso de accidente o robo. Esas son las condiciones.
“Trabajé gratis por la experiencia que me daba el laburo”, cuenta otro estudiante de ingeniería llamado Manuel. Bajo la condición de estudiantes, y con la suerte de poder depender económicamente de los padres, muchos jóvenes deciden emprender la aventura del primer empleo sin saber que están siendo sometidos a la precarización, simplemente porque desconoce los derechos laborales. Y es que el en realidad el problema comienza cuando el sector formal ofrece trabajo informal.