Laura Zommer, “periodista, abogada y muy desconfiada”, confiesa que aprendió sobre el manejo estratégico de los datos por los “muchos sombreros” que usó durante toda su vida: trabajó como redactora de temas políticos, fue jefa de gabinete de la Secretaría de Seguridad Interior del Ministerio de Justicia y Derechos humanos, coordinó el área de Comunicación de CIPPEC y actualmente dirige Chequeado.com, el medio digital no partidario y sin fines de lucro que se dedica a la verificación del discurso público.
CincoWeb — La polarización de la sociedad y la pérdida de diálogo, ¿repercuten en su trabajo cotidiano? ¿Les pasa que les dicen “gorilas” si publican un chequeo que desmienta un discurso oficialista, o “kirchneristas” si el chequeo lo favorece?
Zommer — No recibimos estas calificaciones por teléfono ni en reuniones reservadas, pero sí se puede ver en las redes sociales o en los comentarios de la página. Si hay una semana en la que un chequeo le da bien al kirchnerismo y mal al PRO, entonces nos acusan de ser “comprados por los K”, y si pasa al revés, nos dicen que “estamos amarillos”. Nosotros no respondemos esos comentarios porque solo contestamos aquellos comentarios que pueden contribuir al debate. La propia comunidad de Chequeado es la que, en general, les contesta a los que nos ponen etiquetas: por ejemplo, a alguien que nos acusa de ser del PRO, le muestran un chequeo previo en el que le dio falso a ese partido.
No es que nos “declaramos” independientes o autónomos: somos una organización que definió una estrategia de búsqueda de fondos que nos garantice esa independencia. No recibimos fondos de partidos políticos, y nuestro objetivo para dentro de algunos años es mantenernos con los aportes de pequeños donantes y con los fondos generados por nuestra propia actividad (venta de columnas a diarios o talleres). Como esto todavía no es posible porque en Argentina no hay una cultura de donación a causas intangibles como la nuestra, recurrimos a empresas cuyos nombres transparentamos en nuestra web.
Por otro lado, somos un equipo en el que algunos simpatizan con el kirchnerismo, otros con el PRO, y otros con ECO u otros partidos políticos. Lo que buscamos es que nuestras notas no se filtre el sesgo de la propia persona. Por ejemplo, si edito un chequeo del kirchnerismo hecho por alguien del equipo que yo sé que simpatiza con ese partido, soy extremadamente cuidadosa para evitar parcialidades. Y eso también es parte de nuestro trabajo: trabajamos nosotros mismos en pelear contra nuestras propias preferencias y prejuicios, y en ver cómo presentamos los mejores datos.
Las sugerencias de chequeos no vienen de partidos sino de cualquiera que quiera hacerla. Hacemos una reunión todos los lunes en las que revisamos propuestas que nos llevan vía redes sociales o en la app Chequeador. Algunos pueden decir: “Un troll kirchnerista te está proponiendo chequeos”; pero la verdad es que si está buena la frase, los datos y hechos de los que habla, nosotros lo chequeamos, no nos importa si es alguien disfrazado.
—Cuando seleccionan los datos para chequear, ¿intentan cubrir todo el espectro político en Argentina? ¿O, más allá de la presidenta, hay líderes políticos que merecen más atención?
—Nosotros intentamos chequear con una mirada amplia y no solo buscar a los que más hablan o los que más clicks obtienen. Chequeamos mucho a la presidenta, lógicamente, porque es la figura pública más conocida, y si sus chequeos le dan “falso”, tienen más clicks. Sin embargo, por ser un medio sin fines de lucro y no vivir de los clicks para conseguir avisos, parte de nuestro trabajo es buscar frases de líderes opositores o de personas que no son tan conocidas pero están poniendo temas relevantes en agenda. Esto lo hacemos con el fin de cumplir bien nuestra misión, que es mejorar la calidad de debate público. El debate público no se mejora sólo con chequeos a la presidenta, sino cuando somos lo más amplios que podemos ser. Gran parte de nuestro trabajo es buscar que la gente no repita los comportamientos de nuestros líderes por los que nosotros protestamos: repetir cosas sin evidencia.
—¿Más allá de casos particulares, crees que el chequeo genera presión sobre los discursos de los dirigentes políticos?
—No pudimos hacer una evaluación de impacto de nuestro trabajo porque no conseguimos fondos para hacerla, entonces no sé fehacientemente cuánta presión generamos sobre los líderes políticos. Lo que sí sé es que, cada vez más, los políticos nos contestan el chequeo, en el momento en el que lo hacemos o algunos días después. Por ejemplo, la semana anterior publicamos un chequeo de De la Sota que dio falso. Al día siguiente, un asesor del candidato escribió una columna en La Nación en la que explicaba los matices de ese discurso de De la Sota, y alegaba que no había mentido sino que había considerado una parte de la realidad.
—Varios políticos se rectificaron luego de que sus chequeos dieran “falso”. ¿Recordás alguna rectificación en especial que te haya parecido ejemplar?
—Creo que la rectificación más interesante, porque me sorprendió que ocurriera, fue la de Víctor Hugo Morales. Chequeamos una frase que él dijo acerca de que la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires gastaban más en publicidad oficial que el gobierno nacional. Cuando contrastamos los datos, dio falso. Al día siguiente, en su programa de radio, llamó al doctor en Ciencias de la Información, Martín Becerra, que fue una de las fuentes que utilizamos en el chequeo, para que explicara por qué había dado falso. Esto me pareció un acto fuera de lo habitual. La justificación de Víctor Hugo, en su lógica, fue: “Un periodista puede sostener la posición ideológica que quiera, lo que no puede es persistir en el error cuando se lo señala”.
—Hablando de periodistas, ¿qué pasa cuando los chequeados son ellos? ¿Ofende más sensibilidades por el valor que tiene la búsqueda de la verdad en el periodismo?
—Esto es solo una percepción mía y no está medido, pero creo que efectivamente, el impacto de Chequeado es más fuerte individualmente sobre los periodistas que sobre los líderes políticos. Tiene que ver con que, en nuestro país, el valor principal del periodismo es la búsqueda de la verdad, y el de los políticos es hacer, aunque no debería ser así. Es verdad, con algunos periodistas tuvimos intercambios en los que ellos nos demostraban que “no les encantaba” que estuviéramos haciendo lo que hacíamos. Hay una primera reacción que es de molestia -creo que también tiene que ver con el narcisismo, a nadie le gusta que le digan que está equivocado- pero después muchos reconocieron el trabajo de Chequeado.
—En el periodismo argentino hoy, ¿crees que hay mucha “consulta a la fuente” y poco chequeo del dato original?
—El periodismo de declaraciones o el “declaracionismo” no es un problema de argentina creo que es mundial. En las secciones de política o economía se ve todo el tiempo “tal dijo tal cosa, y este otro dijo tal otra”. Yo creo que las nuevas generaciones esto no le interesa, porque tienen los comentarios dichos por los autores en las redes sociales, por lo que las declaraciones empiezan a perder valor. Sin embargo, muchas veces, en Chequeado nos pasa que trabajar con datos y declaraciones abiertas y no con el off, como trabaja el periodismo tradicional, nos pone limitaciones. Hay datos interesantes que no podemos chequear porque tenemos fuentes en off, que a nosotros no nos sirve.
Creo que el periodismo de datos no solo tiene muchísimo potencial sino que es esencial para que el periodismo se reconcilie con la gente y vuelva a tener sentido. Esto lo digo dejando de lado columnas de opinión y periodismo narrativo: no digo que el periodismo de datos sea la única manera de hacer periodismo, ni la mejor. No es un periodismo nuevo, existe desde que existen las computadoras, pero es un desperdicio no aprovecharlo para hacer mejor nuestro trabajo.
El periodismo necesita más transparencia en general. Cuanto más transparente sea quiénes son los dueños, sus conflictos de intereses, y también los de los periodistas, se va a generar más legitimidad en la gente. A mí un medio me gusta más cuanto más me digan, aunque sean asuntos que molesten o incomoden.
—Del 1 al 10, ¿qué puntaje le pondrías a Argentina en lo que respecta al nivel de acceso a la información pública?
—En términos normativos creo que vamos en buen camino, sobre todo con el decreto 1172 de acceso a la información pública. Hablando a nivel nacional, fuera de lo que es Ciudad y provincias, pondría un puntaje de 5 para no aplazar y ser algo opitimista. No pondría más que eso porque creo que todavía faltan normas y porque hay una falta de voluntad política de aplicar correctamente las que ya existen, y también de crear campañas en las que se les demuestre a los ciudadanos la importancia del derecho a la información, como un derecho estratégico para hacer cumplir otros.
—En este ámbito, ¿cuál es un país que nos puede servir de ejemplo a seguir y por qué?
—No tomaría ningún país en particular como ejemplo, pero sí destaco la ley de acceso a la información pública chilena, y la creación del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) de México -aunque en los últimos tiempos haya demostrado fallas-.
Me concentro más en tomar como ejemplo la ley modelo de acceso a la información pública de la Organización de los Estados Americanos (OEA): en ella, dice qué tendría que tener una ley de acceso a la información para cualquier país del continente.
Siempre hay países con democracias más consolidadas que las nuestras, pero la verdad es que tomar ejemplos como los países nórdicos, con realidades y burocracias tan distintas, no es útil. El acceso a la información no tiene que ver solamente con que te den la información, sino también con la manera en la que la archivan, con la cultura de los funcionarios a la hora de decidir qué convertir en un documento y qué no. Comparar Argentina con Suecia es como comparar peras con manzanas.