El último año del colegio secundario es una etapa muy importante. Los alumnos deben tomas muchas decisiones y prepararse académicamente para afrontar su futuro universitario y, a la vez, se despiden de una etapa que duró casi toda su vida. ¿Cómo lo viven los estudiantes en Argentina?
Durante esta etapa, el estudio tiende a quedar en un segundo (o último) plano, mientras los alumnos priorizan otras cosas como las fiestas y las bromas. “Está instalado culturalmente que en quinto año no se hace nada. Es el año de la boludez”, dijo Faustino Cuomo, egresado del Colegio San Román.
Existen muchas distracciones que “colaboran” con que los alumnos desvíen su foco del estudio y lo centren en otras cuestiones tales como viaje y fiesta de egresados y otros eventos. “Disfrutamos quinto año de una manera diferente porque sabemos que lo que se nos viene lo tenemos que tomar más en serio y no podemos hacer las cosas que te permite la secundaria”, señaló el alumno Alejo Finondo.
El factor más distractivo al final de la secundaria es, en el mayor de los casos, el viaje de egresados. Consiste en irse siete días a un destino elegido previamente con sus compañeros de colegio, con el propósito de salir de fiesta todas las noches y pasar una semana a puro descontrol. “Arrancar el año sabiendo que tenés el tan esperado viaje de egresados hace que dejes el estudio en segundo plano”, opinó el estudiante Federico Ambrosius.

A lo largo y a lo ancho del país, los eventos que distraen a los jóvenes son distintos. Por ejemplo, en Tandil, existe una actividad llamada “La Farándula”. Esta consiste en un desfile (con disfraces, carrozas, banderas, etc.) que imita al carnaval brasileño. Para esto, se alquila un galpón en el cual se construye la carroza y se ensayan las coreografías.
Además, allí se organizan fiestas que interrumpen el objetivo principal de este evento cultural. “Nosotros alquilamos el galpón tres meses antes, supuestamente para ensayar, pero en realidad lo usamos para hacer fiestas y asados. Además, no hay adultos responsables que controlen la situación”, explicó el alumno tandilense Segundo Zubiaurre.
La especialista en educación Carina Cabo asegura que el problema no es que los jóvenes busquen la diversión y el placer, sino que “hay una cultura que incentiva esta forma de ser”. Y continúa: “Los adultos estamos inmersos en una cultura en la que priorizamos el placer, el hedonismo, el individualismo, el ´sálvese quien pueda´. La cuestión es pasarla bien y no me importa nada más que eso. Si nosotros, que somos referentes de los adolescentes, tenemos estas actitudes, esto se replica también en la conducta de los jóvenes”.
Esto tiene como consecuencia directa una merma en el rendimiento académico de los estudiantes, justo en el año en que se toma la evaluación nacional Aprender, organizada por el Ministerio de Educación de la Nación. El examen se realiza a todos los alumnos de último año de secundaria con el objetivo de obtener información de calidad que muestre el nivel académico de los estudiantes.
Según los resultados del examen hecho en el 2017, más del 40% de los estudiantes están por debajo del nivel básico en conocimientos de Matemáticas, mientras que en Lengua alrededor del 35% tienen un nivel básico o menor a este.
Esto no se debe solamente a la poca predisposición frente al estudio por parte de los alumnos. Claramente hay una falla en el sistema que recae sobre los hombros de los jóvenes. “Creo que no son los alumnos los responsables al 100% de esto, es todo un sistema. De hecho, creo que somos más responsables los adultos (padres, autoridades, políticos) que los chicos en formación”, analizó Virginia Chiesa, profesora del Instituto San Martin de Tours.
Además, agregó que hay muchas actividades extracurriculares y tanto alumnos como familias las priorizan, dejando la responsabilidad de estudiar para después y, también, una sensación en los chicos de “ya llegué”, cuando falta un año más (y uno de los más complejos), en el que hay que poner mucha voluntad para no descarrilarse.
Cabo también se refirió a esta problemática: “La culpabilidad no es solo de los estudiantes, sino que el docente no exige a los alumnos de quinto como debería. La escuela tampoco hace nada para cambiar la situación, todo es más laxo en quinto año”.
Todos estos elementos crean un cóctel que atenta contra el futuro universitario de los chicos. Distinto es el caso en otros países del mundo, como en Chile y Australia, en el que el último año tiene un gran peso en decisiones futuras, como la elección de carreras y universidades.
En el país trasandino existe un proceso de selección en el cual las universidades tradicionales, agrupadas en el Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH), son las que eligen a los alumnos dependiendo de su nivel académico en el último año de la secundaria o escuela media, como se le dice en aquel país.
Por otro lado, en Australia, en el Año 12 (Year 12) los alumnos tienen que completar al menos 5 materias, en las cuales los evalúan con exámenes que representan el 66% de su promedio final (ATAR). El otro 33% está representado por un examen final integral realizado a fin de año lectivo. El ATAR de los alumnos es sometido a un ranking estatal, que funciona según el método evaluativo de “curva” (la calificación se calcula a partir del rendimiento del conjunto). Luego, dependiendo de la clasificación, los alumnos son admitidos, o no, por determinadas universidades.
Patrick Wernert, egresado australiano, contó su experiencia con este sistema: “En mi caso, yo obtuve un promedio de 70%, el cual no fue suficiente para ingresar a la Universidad de Melbourne, que era mi meta. De no ser por el sistema de curva, hubiese obtenido un 78%, lo que me hubiese permitido ingresar a dicha universidad”.
Quinto año se puede tomar como un año que es tirado a la basura. Sin embargo, los adolescentes deberían reciclarlo y utilizarlo como una experiencia para reflexionar sobre su propia vida, para así aprender cómo desenvolverse en su futuro universitario.
Por Agustín Dellepiane, Mario Vigil y Santiago Sandri.