Punto Convergente

Por cada suicidio en las vías hay por lo menos 3 víctimas

SUBTE 1
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“Cuando escuché el golpe ya sabía de qué se trataba”, relata Facundo Aldana, un conductor de la línea D del subte, que tuvo que afrontar como tantos otros maquinistas la decisión de quienes eligen quitarse la vida. Lo que sobreviene para los conductores son trastornos y años de terapia con consecuencias irremediables.

“En 30 años de servicio, atropellamos aproximadamente 30 personas por año”, afirma el secretario general del SFA (Sindicato Ferroviario Argentino). El trauma que estas muertes generan son una tragedia no solo para los familiares de la persona que comete el suicidio sino también para quienes tienen que presenciar el hecho y especialmente para los que manejan el vehículo.

Un conductor del tren Belgrano Norte, con décadas de trabajo en el riel, afirma haber pasado por esta situación en varias oportunidades. “Todos sabemos que es algo que tarde o temprano va a llegar, pero lo único que me queda es ir y contárselo a mi mujer. Llega un punto, que tengo que deshumanizar a la persona que atropelle para poder seguir con mi día. Yo se que es una situación horrible pero no queda otra.”

En Argentina no se brinda ningún acompañamiento psicológico para transitar este trauma, ni durante ni después. El último informe del Departamento de Desarrollo Técnico del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación acerca de los signos asociados al trastorno por estrés postraumático en maquinistas de trenes del Área Metropolitana de Buenos Aires que participan en accidentes de arrollamientos de personas o vehículos afirma que estas situaciones dejan secuelas que podrían llegar a durar toda la vida.

Las secuelas para un maquinista pueden ser permanentes.

Los síntomas incluyen el temor, la desesperanza y horrores intensos constantes. También es común la reexperimentación persistente del acontecimiento traumático a través de los recuerdos recurrentes e intrusos o pesadillas en las que el acontecimiento vuelve a suceder. Una de las consecuencias más graves es la experimentación en estado disociativo, en la que la persona pierde noción acerca de dónde se encuentra y piensa que el incidente está volviendo a suceder en su vida real cuando en realidad esto no ocurre.

En Argentina no existe ayuda específica para tratar estas situaciones. Gobiernos de países como Alemania y Estados Unidos ofrecen grupos de trabajo gratuitos con psicólogas y psiquiatras que tratan especialmente este tipo de casos pero esto aún no sucede en nuestro país. “A nadie le importa que nos pasa en la cabeza y como cargamos con estas muertes, pero yo necesito la plata para seguir viviendo, es un riesgo que elijo correr”, comenta Aldana y concluye “no es mi culpa que muera la gente de esta manera”.

Según el gráfico, con los datos de la Comisión Nacional de Regulación de Transporte (CNRT), los suicidios en casi todas las diferentes líneas de trenes aumentan. Hoy en día, quitarse la vida de esta manera se hace algo cada vez más común. Lamentablemente ni Sbase ni Metrovìas -a quienes intentamos contactar sin suerte- parecen mostrar la preocupación que el tema merece y por lo tanto no fue posible aportar datos oficiales de estas empresas.

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