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Inseguridad en Latinoamérica: las tasas de criminalidad y homicidio en la región

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La inseguridad en Sudamérica se ha convertido en uno de los mayores desafíos para los países. El crimen organizado, el narcotráfico y la debilidad institucional se entrelazan y potencian los índices de violencia.

Venezuela: un país atrapado por el crimen

Venezuela figura entre los países con más homicidios de Sudamérica. La tasa de homicidios, estimada se encuentra en 26,8 por cada 100.000 habitantes según datos del Observatorio Venezolano de Violencia, una organización no gubernamental que monitorea la violencia y la inseguridad en ese país.

Asimismo, el informe asegura que este escenario responde a múltiples falencias estructurales: alta percepción de criminalidad, inseguridad ciudadana, conflictos internos persistentes, militarización del Estado y debilidad institucional.

El Global Peace Index 2024, que evalúa 23 indicadores relacionados con seguridad, conflicto y militarización, ubica a Venezuela en el puesto 142 de 163 países evaluados, reflejando así, que su crisis de seguridad va más allá de la estadística de muertes violentas. En estos dominios Venezuela puntúa muy mal, lo que sugiere que la violencia letal es solo la parte visible de un sistema disfuncional.

Jorge Liotti, periodista político especializado en estudios internacionales, aseguró que “el problema de Venezuela es la inseguridad que el propio Estado propaga por su utilización excesiva y arbitraria de la fuerza”. Además, afirmó “El crecimiento del narcotráfico está directamente vinculado con la administración del negocio que hacen los jerarcas militares y de las fuerzas de seguridad”.

Colombia: entre la guerra interna y el crimen organizado

Colombia continúa enfrentando altos niveles de violencia, en gran parte impulsados por la presencia de grupos armados ilegales y el narcotráfico. Según el informe del Congreso de Estados Unidos sobre seguridad regional (House Hearing Report, 2025), el país sigue siendo uno de los principales focos de inestabilidad en Sudamérica.

Las disidencias de las FARC, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y organizaciones criminales se disputan el control de territorios estratégicos para las economías ilícitas. A pesar de los esfuerzos del gobierno, los niveles de violencia no se redujeron de manera significativa. En 2024, los enfrentamientos armados y los ataques a comunidades rurales se incrementaron.

El Global Peace Index 2024 refuerza este diagnóstico: Colombia ocupa el puesto 146, ubicándose entre las naciones menos pacíficas del mundo. El informe del Institute for Economics and Peace destaca que el país presenta altos niveles de conflicto interno, baja seguridad social y un grado elevado de militarización.

Índice de Paz Global 2023. Los países que aparecen con un tono de verde más oscuro se clasifican como más pacíficos, los países que aparecen con un tono más rojo se clasifican como más violentos. 

Según Jorge Liotti hay tres razones centrales por las cuales la violencia persiste en Colombia, a pesar de los acuerdos de paz. “En primer lugar, cuando se produjeron los acuerdos de paz, no se llegó a un entendimiento con el ELN y algunas facciones
minoritarias de las FARC que no adhirieron a la iniciativa. Es decir, quedó un margen de violencia residual que nunca se llegó a obturar”.

Y añadió: “El segundo factor deviene del desborde de la actividad del narcotráfico en Venezuela y de la porosidad de la frontera común, con escasa vocación de reacción por parte de las fuerzas de seguridad de Maduro. Y la tercera razón, es la debilidad política de Petro, que cuenta con muy baja popularidad y eso hace que los distintos actores se animen a desafiarlo cada vez con mayor osadía”.

Esta combinación de factores: la persistencia del conflicto armado, el peso del narcotráfico y la debilidad institucional en regiones periféricas, hace que los homicidios sean solo la parte visible de una crisis más profunda. En amplias zonas rurales, el control territorial efectivo sigue en disputa, y la población civil continúa atrapada entre grupos armados, economías ilegales y un Estado que aún no logra consolidar la paz prometida.

Brasil: cae la tasa de homicidios pero la inseguridad es la misma

Brasil es uno de los países más violentos de Sudamérica. Según InSight Crime (2024), una fundación dedicada al estudio de la seguridad nacional y ciudadana en Latinoamérica y el Caribe, el país registró una tasa de homicidios de 21,1 por cada 100.000 habitantes, con cerca de 45.000 asesinatos durante el año, una leve baja del 5,4% respecto del 2023.

A pesar de esta baja, la violencia sigue profundamente arraigada en la estructura social y urbana brasileña. El crimen organizado, la violencia policial, los femicidios y la expansión del narcotráfico siguen siendo los principales motores de inseguridad.

En 2024, un informe del Foro Brasileño de Seguridad Pública, una organización sin ánimo de lucro, indicó que más de un tercio de los municipios de la selva amazónica brasileña están bajo la influencia de bandas criminales. Las organizaciones que cuentan con un papel importante son el Primer Comando Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV). La presencia de estas organizaciones aumentó de 178 municipios en 2023 a 260 en 2024.

El Global Peace Index 2024 ubicó al país en el puesto 131, reflejando altos niveles de criminalidad, baja percepción de seguridad y una fuerte militarización. En este sentido, la reducción de homicidios no alcanza para modificar el cuadro general. Brasil sigue enfrentando una crisis de paz interna, donde la violencia se expresa en múltiples dimensiones más allá de las cifras oficiales.

Ecuador: la violencia criminal se consolida

Ecuador atraviesa una de las crisis de seguridad más graves de su historia reciente. Según InSight Crime (2024), el país registró una tasa de homicidios de 43 por cada 100.000 habitantes, la más alta de América del Sur.

El incremento de la violencia se explica por el avance de las organizaciones criminales, la fragmentación de bandas locales y la consolidación de Ecuador como un nuevo corredor del narcotráfico internacional. Los niveles de homicidios, secuestros y extorsiones se dispararon a partir de las disputas entre los grupos vinculados al tráfico de drogas.

“El crecimiento rápido y profundo del narcotráfico en Ecuador es el fenómeno más novedoso en la materia a nivel regional. Ecuador quedó apresado entre el corrimiento de parte de las organizaciones que operaban en Colombia y el negocio de las plantaciones de coca en Colombia y Perú. Además, la fragilidad política de los últimos gobiernos, en especial el de Lasso también ayudó” explicó Liotti.

Pese a los reiterados estados de excepción decretados por el gobierno, las medidas de militarización no lograron frenar la violencia. En muchos casos, las fuerzas de seguridad se vieron desbordadas o infiltradas por redes delictivas.

El Global Peace Index 2024 ubicó a Ecuador en el puesto 130, por sus altos niveles de inseguridad y deterioro institucional. El informe señala que el país experimentó un retroceso sostenido en los indicadores de seguridad social y gobernanza, lo que refleja que la violencia no es solo un fenómeno criminal, sino también político e institucional.

Bolivia: un país donde la violencia se hace cada vez más presente

Bolivia registró una tasa de homicidios de 9,3 por cada 100.000 habitantes según InSight Crime marcando un importante aumento respecto al año anterior que fue de (4,42). El incremento de la inseguridad se observa a partir del avance del narcotráfico, la minería ilegal y el crecimiento de economías informales en regiones como Santa Cruz, Beni y Cochabamba. Estas actividades han fortalecido a grupos criminales locales y extranjeros, que se disputan territorios estratégicos.

El Global Peace Index 2024 ubicó a Bolivia en el puesto 68, reflejando un nivel medio de paz, pero con deterioro en los indicadores de seguridad interna. Aunque no alcanza los niveles de violencia de sus vecinos, la expansión del narcotráfico y la debilidad del control estatal colocan al país en una trayectoria de creciente inseguridad.

La tasa de homicidios, el indicador más revelador

La tasa de homicidios, medida por cada 100.000 habitantes, es considerada por organismos internacionales como el principal termómetro de la inseguridad. Según la ONU, una tasa mayor a 10 ya debe considerarse una crisis. En Sudamérica, varios países duplican y hasta cuadruplican esa cifra.

Venezuela, Colombia y Brasil sostienen históricamente niveles críticos, mientras que Ecuador registró un salto dramático en pocos años. Bolivia, aunque todavía por debajo de los picos regionales, muestra una tendencia ascendente que preocupa a analistas y organismos de derechos humanos.

La inseguridad, reflejada en este indicador, no solo afecta la vida cotidiana de los ciudadanos, sino también la inversión extranjera, el turismo y la confianza en las instituciones.

Como asegura el analista en seguridad Daniel Pontón, citado por BBC Mundo, “la región enfrenta un desafío monumental: frenar la violencia sin recurrir únicamente a respuestas punitivas, sino fortaleciendo la justicia, las políticas sociales y la cooperación internacional contra el crimen organizado”.

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