Punto Convergente

El legado del genocidio armenio en la diáspora argentina

Una imagen del Monumento a las víctimas del genocidio armenio en Erevan
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Marcela Barsamian, tercera generación de inmigrantes armenios, recuerda un hecho doloroso de su historia familiar y habla de las tradiciones que no se han perdido con el paso de los años.

Por Martina Largente

El 24 de abril de 1915, autoridades otomanas bajo las órdenes de Jóvenes Turcos (sobrenombre del partido nacionalista Comité de Unión y Progreso) arrestaron y asesinaron a 230 intelectuales de Armenia con la intención de dejar sin conducción esa nación. Propaganda antiarmenia, impulsada por los turcos y alimentada por el contexto de la Primera Guerra Mundial, creó el clima perfecto para justificar el genocidio perpetrado entre 1915 y 1923.

Miles de ciudadanos huyeron entonces de su país, entre ellos los abuelos de Marcela Barsamian, profesora de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, actualmente jubilada. A pesar de pertenecer a la tercera generación de inmigrantes, asegura que la esencia y el recuerdo de este hecho traumático siguen manteniéndose vivos en su familia.

¿Cómo atravesó a tu familia el genocidio armenio?

– Los padres de mi abuela habían salido a trabajar ese día de abril por la mañana en el campo; ella estaba en su casa y, de un momento a otro, vinieron gritando con desesperación: “¡Llegaron los turcos!¡Hay que irse, hay que irse!”. Ella tenía 14 años, se fue con su hermano mellizo y su hermana mayor, pero sus padres quedaron atrás, como toda su vida. Mi abuelo era de una familia más acomodada que la de mi abuela; en ese momento estaba estudiando en Ankara, la capital de Turquía. Él se tiró al mar y nadó hasta que logró que un barco lo recogiera.

Turquía, el Estado que sucedió al Imperio Otomano, siempre negó que los hechos acontecidos desde 1915 formasen parte de un genocidio sistemático armenio

¿Cómo llegaron a la Argentina?

– La familia de mi abuela pudo llegar a Francia luego de un largo camino; desde allí embarcaron hacia la Argentina y llegaron el 25 de octubre de 1923. De mi abuelo no tengo muchos datos: murió cuando yo era chica, pero sé que pisó este país en abril de 1923. Ambos eran muy callados respecto a lo que les había pasado; parte de sus familiares fueron muriendo en los traslados. A la hermana de mi abuelo la tiraron del tren en el que iba… También había muchas muertes por enfermedades y por inanición. Las mujeres eran violadas. Ellos eran muy celosos respecto de lo que les había pasado.

¿Cómo desarrollaron su vida en el país?

– Mis abuelos se conocieron en Argentina. Él eligió a mi abuela para casarse, la eligió de una fila de chicas que le habían propuesto (risas). Se casaron y tuvieron hijos; mi papá y mis tíos son la primera generación en la Argentina. Mi abuelo tenía una peluquería y un kiosco donde se reunía con sus compañeros para discutir sobre política y acerca de lo que pasaba en Armenia. Mi abuela se dedicaba a las tareas del hogar; era analfabeta, a diferencia de mi abuelo que escribía en armenio, pero también sabía hablar español e inglés.

¿Tu niñez se vio influenciada por la cultura armenia?

-Sí, mi niñez, mi adolescencia e incluso mi adultez. Fui a una escuela armenia ya que cuando mis abuelos se casaron, luego de vivir un tiempo en un conventillo, se instalaron en el barrio de Pompeya y en Villa Soldati, donde había otros compatriotas. Crearon una comunidad y establecieron una iglesia con una escuela armenia. Los chicos iban a la mañana a la escuela “oficial” y, por la tarde, aprendían el idioma de sus mayores. Yo crecí ahí; mantenemos la cultura armenia, el idioma y distintas ceremonias. Una vez al año se hace una comida en común con una misa en donde recordamos a nuestros familiares fallecidos y rezamos por los enfermos.

Mi marido también es armenio; nuestras familias son del mismo pueblo. Nos casamos por civil en Argentina, pero después viajamos a Armenia y nos casamos en Ereván en la catedral de San Gregorio el Iluminador, una iglesia ortodoxa armenia.

Marcela explica que en Armenia acostumbran festejar Nochebuena el 5 de enero y Navidad al día siguiente, haciendo coincidir prácticamente la llegada de los Reyes Magos con el nacimiento de Jesús: “Ese día íbamos a la casa de mi tía abuela a almorzar y festejar la Navidad. Había comida típica como madzun, lo que se conoce como yogur griego, con pepinos o fideítos; lehmeyun (preparado con pan y carne picada, entre otros ingredientes); tabulé y hummus de garbanzos o berenjenas. Además, siempre había muchas cosas dulces. Igualmente, también festejábamos el 24 y 25 de diciembre”.

En cierta medida, las costumbres heredadas se han ido diluyendo en la sociedad con el paso del tiempo, pero a pesar de que existan actualmente hasta cinco generaciones de armenios nacidos en Argentina, se mantiene una identidad fuerte gracias al esfuerzo de muchos de sus miembros, sobre todo los de la segunda generación, que no permiten que esta cultura se olvide y se encargan de fomentar la tradición en el seno de sus comunidades.

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