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Enfoque anti-dietas: comer mejor, pero sin restricciones

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El paradigma de la “no dieta” hace frente a la tradicional cultura de la dieta, proponiendo la eliminación de los regímenes restrictivos

“El secreto para perder 5 kilos en 10 días”, “el plan para compensar los excesos del verano” o “10 menús para adelgazar en tiempo récord” son algunas de las frases con las que suelen encontrarse quienes buscan mejorar su alimentación. Sin embargo, actualmente existe un nuevo paradigma que propone una forma distinta de relacionarse con los alimentos: el enfoque anti-dietas.

Contrario a lo que promueve la popular “cultura de la dieta”, esta estrategia permite que las personas coman cualquier alimento y evita que califiquen ciertas comidas como “buenas” o “malas”. De esta manera, reconocen las señales propias de su cuerpo y actúan en base a ellas, autorregulándose de acuerdo a los momentos en los que sienten hambre.

De acuerdo con la nutricionista Silvina Chaves, este abordaje “busca erradicar la existencia de las dietas, con un enfoque no pesocentrista, para que las personas puedan volver a tener una alimentación más conectada, intuitiva y placentera”. Al correr el foco de su peso, los pacientes logran mejorar su relación con la comida: “empieza a bajar la ansiedad con la comida, ceden los impulsos (atracones y picoteos irrefrenables) y empiezan a conectarse con sus señales del comer sin miedo”, continúa Chaves.

El enfoque anti-dieta habilita al paciente a comer cualquier alimento, incluso los ultraprocesados | Imagen tomada de FreePik
¿Por qué no funcionan las dietas?

Si bien se cree que las dietas “mágicas” son soluciones eficientes para el sobrepeso, su gran desventaja tiene que ver con la imposibilidad de mantenerlas en el tiempo. Esto se debe a que quienes se someten a ellas experimentan la necesidad de comer todo aquello que les fue prohibido durante el tiempo que haya durado la dieta.

Una de las principales ventajas del enfoque anti-dietas es evitar los efectos que están ligados a la prohibición de alimentos. Frecuentemente, quienes deciden realizar dietas restrictivas sufren del “efecto rebote” o “yo-yo”, que consiste en la recuperación del tejido adiposo luego de un descenso abrupto de peso.

“Después de la restricción, lo que se ve en el paciente es un descontrol alimentario porque la prohibición genera mucho deseo” afirma Daniela Natale, nutricionista especialista en sobrepeso y obesidad. Al respecto, Chaves añade: “se sabe que las dietas son el principal predictor de aumento de peso y atracones”. Es decir que es muy probable que, una vez que se finaliza la dieta, el peso se recupere rápidamente.

Dietas y desórdenes alimenticios

Los regímenes restrictivos también pueden ser contraproducentes a nivel psicológico: la angustia y la culpa que produce la restricción puede manifestarse en forma de estrés, irritabilidad e incluso trastornos de la conducta alimentaria (TCA), según la nutricionista Rocío Gómez. “La rueda del dietante crónico termina muchas veces en un TCA, acrecentándose hoy en día en mujeres jóvenes”, profundiza la especialista.

Este enfoque se centra en promover la salud independientemente del tipo de cuerpo del paciente | Imagen tomada de FreePik

Chiara Barile, psicóloga especialista en alimentación intuitiva, coincide con Gómez: “las dietas por lo general provocan desórdenes alimenticios (es decir, se pierde la capacidad de identificar las señales de hambre o de tener una rutina para alimentarse), pero también pueden llegar a desencadenar un TCA”.

De acuerdo con la especialista, si bien existen otros factores (como la predisposición genética o el contexto social), reducir abruptamente y por largos períodos de tiempo la cantidad de comida que se ingiere puede derivar en anorexia. Por otro lado, como también menciona Chaves, la necesidad de ingerir lo que durante tanto tiempo fue prohibido, podría provocar atracones y bulimia.

Mejorar la relación con la comida

En Argentina, el segundo país con mayor presencia de trastornos de la conducta alimentaria (de acuerdo con un estudio de Mervat Nasser, psiquiatra especialista en cultura y salud mental), es especialmente importante considerar alternativas a las tradicionales dietas.

Un acercamiento como el de la “no dieta”, que no contempla el peso corporal como principal factor, puede recomponer los hábitos de los pacientes. “Se trata de trabajar en una relación más sana con el alimento, con el cuerpo y la mente, sacando el foco del tamaño del cuerpo”, explica Gómez.

Si para la cultura de la dieta la línea de llegada es el menor número posible en la balanza, para el enfoque anti-dietas es sanar la relación del paciente con la comida. En palabras de Silvina Chaves, “el fin último es que las personas puedan vivir más en paz con su cuerpo y la comida, y que independientemente de su tamaño puedan tener herramientas para transitar sus estados de salud y enfermedad en paz”.

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