Punto Convergente

Kouka, leyenda nacional que inspiró la moda en París

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Su emblemático peinado corte carré al estilo pin up no cambió. Viste chatitas rojas de charol, un pantalón beige, un chaleco de terciopelo y un collar dorado. Libre de cirugías, pero no de maquillaje, la belleza exótica de la que alguna vez fue la mannequin vedette de Yves Saint Laurent sigue intacta a pesar del paso del tiempo.

Pocos saben que su nombre real es María Gaspar, pues se la conoce simplemente como Kouka desde el momento en el que, con apenas 15 años, dejó su casa del barrio de Flores para ingresar de manera precoz al vertiginoso mundo de la moda en los años 50.

Ese peculiar “rostro inca”, su particular melena negra y su frágil cuerpo de 39 kilos cautivaron  instantáneamente a las figuras dominantes de la industria de la moda de su época, incluyendo a Hubert de Givenchy, quien quiso tomarla como su musa inspiradora por el parecido que le encontraba con Audrey Hepburn.

Cuando ya no quiso seguir en las pasarelas, se convirtió en directora de alta costura para Mugler, y un tiempo después volvió a su país. Desde hace 4 años es nuevamente el ícono de Dior y viaja ocasionalmente para representar a la casa en acontecimientos de gran predominancia. Hoy en día vive en un antiguo edificio de Barrio Norte, y dedica sus días a compartir tiempo con su familia y amigos y asistir a eventos de moda.

En su pulcro salón se huele un peculiar olor, mezcla de las abundantes flores que llenan la habitación, su perfume “Boucheron” de Dior y la salsa de tomate que está preparando para sus nietas. En un rincón se erige una suerte de santuario maya, compuesto por una pila de libros y estatuillas de barro antiguas. Una diversidad de revistas de moda se encuentra prolijamente apilada sobre la mesa ratona; ediciones de hace 5 décadas y también actuales, en las que su cara y su nombre se multiplica en las tapas.

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¿Cómo surgió su apodo?

Cuando visitamos el Chaco mi madre quedó embelesada por un pájaro que tenía un canto muy fino y delicado y escuchábamos constantemente. El sonido que tenía, “Cu-ca, cu-ca”, hizo que ella me apodara así. Cuando llegue a París y conocí a Hubert de Givenchy, me preguntó mi nombre y lo escribió k-o-u-k-a, y no quise decir que se escribía con ce porque me dio vergüenza y sonaba pobre [ríe]. Entonces le dije “Oui, oui”, y quedó Kouka para siempre.

¿Qué soñaba ser cuando era chica?

A partir de los 8 años comencé a soñar con el mundo de la moda. Como mi madre recibía revistas de moda de España -ya que era española-, me fascinaba mirar a las mannequins y quería vestirme como ellas, ser como ellas, porque era muy diferente a lo que se veía en el país. Entonces, cuando llegaba del colegio me sacaba el uniforme y me ponía una sábana o un mantel –lo que pudiera robarle a mi madre- en la cintura, flores en la cabeza y zapatos con taco; y así me paseaba por los jardines y me miraba en el espejo copiando las poses que veía en las fotografías. Pero sentía que mi sueño era prácticamente inaccesible.

¿Por qué lo consideraba inaccesible?

Las revistas que miraba mostraban ropa de diseñadores de alta moda, y era muy lejana la posibilidad de que yo pudiera ir a Europa e ingresar a ese mundo tan fantástico. Pero los sueños se convierten en realidad. Sigo recordando a la perfección el día que me anunciaron que había ganado el viaje a París; me desmayé en el momento, digno de una adolescente [ríe].

Las fotos y cuadros que la retratan colman el living-comedor; son los vestigios de los años dorados durante los que trabajó como musa inspiradora para Dior, Givenchy y Mugler. Ganadora de un concurso de belleza organizado por un diario francés en Argentina, tuvo la oportunidad de viajar por 15 días al ombligo del mundo de la moda, pero se terminó quedando por catorce años. Y fueron 3 décadas de desfiles, fiestas, viajes y mucha fama.

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El concurso para el que fue elegida fue el que permitió el despegue de su carrera. ¿Cree que fue suerte o el destino?

Fue el destino, totalmente. Porque lo que yo soñaba cuando me ponía las flores era justamente eso; tener esa vida y viajar mucho. Lo tenía demasiado incorporado en mí.

Antes de ganar el concurso, ¿ya había viajado al exterior?

No, nunca había salido del país. Recuerdo que apenas llegué a Francia ya quería volver, porque nunca había conocido la nieve y hacía mucho frío [ríe].

¿Cómo aprendió a hablar francés?

De oreja, escuchando hablar. Nunca lo estudié.

¿Cómo accedió su madre a dejarla quedarse en Francia?

En un principio mi madre se había negado, porque acababa de fallecer mi padre y ella se quedaba sola, con 7 hijas. Fue Jacques Dorian, un diseñador italiano amigo de la familia -el que me había anotado en el concurso-, quien insistió. Le dijo a mi madre que me auguraba un futuro muy importante, y debía quedarme allí para construirlo.

¿No era un mundo muy vanidoso para una joven?

Sí, era muy vanidoso. Pero sentía que iba a tener un gran futuro, porque es también un mundo en el que existe la posibilidad de ser única en lo tuyo. Recuerdo las palabras de mi madre, antes de subirme al barco. Me dijo: “Koukita, nunca te olvides de que vas a estar en un nuevo mundo, de vanidades y frivolidades, pero que bajo este cielo somos todos iguales”. Esta frase la empleé para el resto de mi vida.

Kouka se levanta de su silla con agilidad y comienza a rastrear la habitación llamando a “Cielo”. Está buscando a su gata Sagrado de Birmania, que por su piel blanca se confunde con el gran sillón del mismo tono impecable. Sobre este mismo sillón cuelga un cuadro que esboza a un pequeño perro en carbonilla; se trata de “Monita”, la que solía desfilar junto a ella con los mismos conjuntos en las pasarelas. Hubo un día en el que incluso le robó el foco a su dueña, cuando Jackie Kennedy la presionó para comprar el abrigo de Dior que llevaba y de paso al Yorkshire también. El no rotundo de la joven mannequin frustró a la primera dama pero consiguió que Monita siguiera siendo su fiel compañera.

¿Cómo fue volver a la Argentina, muchos años después?

Volví muchas veces acá, pero me quedé definitivamente a partir de los 90. Fue cuando estaba trabajando para Thierry Mugler, y le dije: “Bajame de la pasarela porque acaba de nacer mi primera nieta”. En ese momento vine y pasé unos meses para conocerla y cuidarla. Estaba feliz por reencontrarme con mi familia, pero con un gran vacío de alejarme de la moda que era mi mundo.

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¿Extraña París?

Permanentemente. Quisiera irme a vivir nuevamente, porque me oxigena mucho, me da muchas más cosas de las que puedo tener acá. Pero el hecho de separarse de la familia es muy duro y por eso sigo viviendo en Argentina.

¿La siguen reconociendo después de tantos años?

Acá en Buenos Aires muchas veces me paran en la calle y me elogian por la trayectoria que tuve.

¿Qué fue lo que siempre quiso hacer y nunca hizo? 

Ser bailarina clásica. Y nadar, porque no sé nadar [ríe].

¿Qué piensa de la industria de la moda actual en Argentina?

No opino.

¿No opina? ¿En sentido negativo?

No opino porque no me interesa, no es mi mundo.

¿Se considera un ícono de la moda?

Sí. Le dediqué mi vida a la moda.

¿Siente que cambió a lo largo de los años?

Físicamente sí, por el inevitable paso de los años. Pero sigo teniendo mi allure, solo que con 4 o 5 kilos más [ríe]. Mentalmente fui aprendiendo y permitiéndome aceptar cosas o negarme otras.

¿Qué la inspira hoy en día?

Ver felices a los que quiero. Estar rodeada de gente sana, que me pueda aportar bienestar, amistad, cariño. Soy una persona muy perceptiva, y siempre sé con quién me puedo relacionar.

¿Qué lugar ocupa su familia en su vida?

Mis hijas, mis nietas y mis hermanas son mi prioridad. Estamos muy presentes siempre, los unos con los otros. Incluso mi hija del medio vive en este mismo edificio, tres pisos arriba, y a fin de año también se muda mi hija menor, al último piso. Faltaría otro piso para que venga mi hija mayor [ríe].

kouka4¿Cuál es su rutina?

No tengo rutina. No me gusta esa palabra. Me considero una mujer muy libre. Eso me permite no tener una rutina, porque nunca la conocí, ni nunca quisiera tenerla, hasta el día que me muera, a los 120 años.

¿Se considera una persona espiritual?

Muy. Es la base de mi vida.

¿Cree en dios?

Creo en dios y creo en los ángeles que me acompañan permanentemente. Mi madre me enseñó desde chica a ponerle ángeles a la gente que quiero, para que los cuide. Rezo todas las noches y al despertar, para agradecer todo lo que dios me dio y me dará.

¿Qué piensa sobre la muerte?

No la soporto, no lo entiendo. Es demasiada corta la vida para todo lo que uno sueña con hacer. Amo la vida. Quisiera vivir muchísimos años más. Hasta 120. Estar vivos es un milagro, un privilegio.

¿Le tiene miedo a la muerte?

Sí, mucho.

¿Corresponde que una mujer revele su edad?

Lo que importa no es la edad. Hay que mirar la luz de los ojos, porque es el brillo de los ojos el que revela cosas más importantes.

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