EE.UU. está en el centro de las miradas porque se convirtió en el país con más infectados. Los argentinos que aún no pudieron volver cuentan cómo viven y que expectativas tienen.
El foco de la pandemia pasó de Europa a Estados Unidos, que lidera la lista de países en cantidad de muertos e infectados. En ese país, muchos argentinos que se encontraban de paso y otros que viven y tienen familia en Argentina, quieren volver, pero se complica el deseo porque están las fronteras cerradas.
Ignacio Roll, de 22 años, pasó el verano trabajando como cocinero en el complejo Northstar en Lake Tahoe, California. Se encuentra allí desde el 13 de diciembre y el 10 de marzo se encontró con sus padres y hermanos, quienes viajaron desde Buenos Aires hasta San Francisco para realizar un viaje familiar. A partir de ahí comenzaron las complicaciones, cancelaciones de vuelos y falta de respuestas por parte del consulado. Su última escala fue Miami, donde Aerolíneas les comunicó que saldrían los vuelos de repatriación. Se sostienen económicamente con ahorros y con la plata que Ignacio pudo juntar en sus tres meses de trabajo. “Por suerte estamos bien y nos quedan algunos recursos pero está complicada la situación, vimos a muchísimos argentinos durmiendo en el aeropuerto”, expresó.
El mismo trato denuncia Sofía Robledo, de 23 años. Estuvo desde diciembre en Park City, Utah trabajando en un resort de esquí de la empresa Watar. “Cuando nos enteramos del cierre de fronteras fue una desesperación”, relata. Los pocos vuelos que no se posponían o cancelaban eran vuelos publicados por Aerolíneas Argentinas a U$S 1500, un precio muy elevado, dado que por la situación que generó la pandemia ni siquiera pudo cobrar sus haberes por el trabajo de verano en tiempo y forma. “Nosotros tenemos que pagar todo, estamos desamparados por el país”, contó.
Sosteniéndose como puede gastando ahorros, decidió moverse a Miami junto con una amiga en estos días, para esperar posibles vuelos de regreso. Según el relato, la ayuda sólo llega para contadas excepciones y al comunicarse ni siquiera hay respuestas concisas que puedan esclarecer la situación. “Nosotros estamos solos”, sentenció.
El patrón se repite en todos los casos: las respuestas tanto de las aerolíneas comerciales como de los consulados y de Cancillería son insuficientes. De las empresas donde ya había vuelos contratados no hay posibilidad de un reembolso de dinero, sólo se ofrecen créditos para un vuelo a otro destino durante el 2020. Cancillería parece colapsada en cuanto a esta situación y la ayuda económica llega en muy pocos casos. Los envíos de formularios no tienen respuesta y la incertidumbre crece.
Además, la cruza de datos y los requisitos que se solicitan para enviar recursos a argentinos en el extranjero restringen mucho la lista de posibles receptores, incluso luego del anuncio de que estos requisitos serían flexibilizados. Por otra parte, la frustración es moneda corriente, con empresas que siguen ofreciendo vuelos (no reembolsables) y que luego son cancelados a los pocos días.
Otro caso de esta situación es el Denise Ravera, de 22 años, quien trabajó durante el verano en Nueva York. Junto con su pareja ya se encontraban pasando unos días de vacaciones en Miami cuando se desató la crisis. Debido al cierre de hoteles, tuvieron que conseguir un departamento en la ciudad mediante conocidos, pagado de sus bolsillos al igual que todas sus necesidades, dado que no recibieron respuesta a la planilla de asistencia ya enviada. Según el relato, muchos argentinos varados en Miami se mantienen en contacto y “nadie está mandando dinero”, excepto para medicamentos destinados a personas de riesgo y siempre y cuando se insista con frecuencia a las autoridades. “Todo el programa de asistencia que se escucha en los medios argentinos acá nunca ha llegado”, expresó Denise. La única esperanza se encendió en estos días, con un mail de Aerolíneas Argentinas, en donde solicitan datos para poner en una lista de futuros vuelos de repatriación.
En toda esta situación de problemas para regresar e incertidumbre, el caso del vuelo de Eastern Airlines llama la atención. La aerolínea estadounidense viajó desde Miami, contratado como vuelo chárter por el gobierno de Donald Trump para ir a buscar norteamericanos varados en Argentina. Mediante una negociación del consulado, se logró acordar con la empresa que argentinos abordaran ese avión con destino a Buenos Aires. Con capacidad de trasladar 244 personas, el avión solo trajo 139. La explicación oficial fue que este vuelo sólo había sido consignado para personas de riesgo. Sin embargo, en la práctica muchas personas que estaban anotadas para regresar no pudieron hacerlo y muchas otras que no estaban en lista, sí. Esto se podía deber, entre otras cosas, a que el pasaje estaba tasado en U$S 1000 y se hizo imposible para muchas personas costearlo, en especial familias que debían pagar varios boletos.
Pilar Zanino, de 20 años, trabajó durante el verano en el complejo Northstar de Lake Tahoe, California. Como en todas las otras historias, las cancelaciones y posposiciones de vuelos son la norma. La situación es más grave aquí porque uno de los chicos que vive con ella es asmático y por lo tanto del grupo de riesgo e igualmente no hubo respuesta. Incluso, el consulado de Los Ángeles cerró y sólo atienden consultas virtualmente. Pilar es quizás la historia más afortunada de los testimonios recogidos, dado que obtuvo ayuda de la empresa que la contrató. Vail, empresa dueña del resort donde trabajó, ofrece un fondo de emergencia a sus empleados inactivos para sobrellevar esta situación. Según el relato, los empleados se registran en formularios y pueden aplicar para tres tipos de ayudas, aunque en la práctica la cuestión es más flexible y se pueden ver casos particulares. Vail se ofrece a cubrir gastos de alquiler, comida, medicamentos e incluso para un vuelo, que debe ser conseguido por el empleado.
El mapa muestra el camino que debieron recorrer los argentinos desde Lake Tahoe, Park City y Nueva York hasta Miami para esperar posibles vuelos de regreso.
Foto de tapa: La Nación