Gabriel Salvia, analista político y director del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), habló con Punto Convergente sobre la situación actual latinoamericana y para intentar darle una explicación a las protestas que en los últimos meses inundaron la región. ¿Qué fue lo que hizo que todos los países de la costa del Pacífico estallen al mismo tiempo? ¿Está en crisis el concepto de democracia?
Al igual que un efecto dominó o una epidemia, toda la región latinoamericana se contagió de las protestas revolucionarias que piden por la renuncia de presidentes, reformas constitucionales e igualdad social. Cada una con sus particularidades, sus reclamos y su situación social, política y económica especial.
El primero en caer fue Ecuador cuando el presidente de centro derecha, Lenín Moreno, decidió aumentar las tarifas del combustible. Lo que desencadenó en jornadas consecutivas de protestas y hasta el traslado del mandatario fuera de la capital. Luego fue el turno de Chile, cuyo punto de inflexión también estuvo relacionado a reformas económicas al subir el precio del metro en la ciudad capital.
A esto le siguió Bolivia con una crisis política e institucional que concluyó con la salida del ex presidente Evo Morales y un actual gobierno autoproclamado. Y el último fue Colombia, cuyo reclamo hacia el presidente Iván Duque es político, social y económico. Esto por supuesto sin tener en cuenta a Venezuela que fue el primero en estallar años atrás contra el gobierno de Nicolás Maduro y sus políticas económicas, que derivó en la mayor crisis migratoria de la región.
“No sé si hay un común denominador, son todas situaciones muy diferentes”, aseguró Gabriel Salvi, analista político y director del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL) a para luego explicar que los contextos de cada país, previo a la crisis son lo suficientemente distintos como para que lo que ocurre en uno repercuta en otro.
Sin embargo, lo que sí identifica el director de CADAL es que “la cultura democrática no está funcionando en América Latina”.
Bolivia
En el país gobernado anteriormente por Evo Morales se desató una crisis luego de las elecciones fallidas del 20 de octubre. El Tribunal Supremo Electoral paralizó el recuento de votos y dejo de dar resultados para después anunciar que el ganador había sido Evo e iría por su cuarto mandato. Este supuesto fraude enfureció a la población y estallaron las protestas que concluyeron con una recomendación de las Fuerzas Armadas para que el presidente deje su cargo y su posterior renuncia
“No corresponde que la parte militar sugiera a un presidente lo que tiene que hacer, menos sabiendo que Morales iba a convocar elecciones”, afirma el analista político al referirse al debate que se dio en la región sobre si lo que ocurrió en Bolivia fue o no un golpe de Estado. “Creo que lo más lógico sería que en Bolivia se convoque de nuevo a elecciones y resolver la situación lo antes posible”, concluye Gabriel. Aunque explica que en estos casos donde se “erosiona el estado de derecho” es necesario crear organismos preventivos para evitar autoritarismos o situaciones de conflicto interno como también sucedió en Venezuela.
Chile y Ecuador
Chile y Ecuador estallaron en protestas luego de reformas económicas implementadas por los gobiernos de centro derecha: el aumento del precio del metro en Santiago y el ajuste en la tarifa de combustible para cumplir con las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional en Quito. En ambos casos se declaró el ‘estado de emergencia’ y las Fuerzas Armadas salieron a las calles haciendo revivir en Chile los tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet. Esto concluyó en denuncias en cuanto a abusos realizados por las fuerzas militares en los centros de detención .
“Hay una mayoría en las calles, pero esa no es en las urnas”, explica Gabriel Salvia haciendo hincapié en el hecho de que es parte del concepto de democracia el aceptar la voluntad popular de la mayoría que eligió a un presidente.
En Chile piden los manifestantes es la renuncia de Piñera, a pesar de que el gobierno haya anunciado reformas para satisfacer otros reclamos. Sobre todo teniendo en cuenta que a Lenín Moreno y a Sebastián Piñera lo votó una mayoría.
Crisis del concepto de democracia
“¿Hasta qué punto es democrático estar protestando todo el tiempo, reclamándole al gobierno que no haga cosas por las que lo votaron?”, se pregunta el analista político. El debate sobre qué es democrático y qué no es una de las bases más profundas de las protestas en la región.
Claro que la democracia no se limita a lo que se hace en los comicios, también incluye los mecanismos para defender los derechos y controlar al poder político, pero no es lo mismo 10.000 disconformes en las urnas que en las calles: puede terminar en un caos.
“La democracia no puede estar supeditada a una cantidad determinada de gente que diga esto no me gusta, sobre todo si se está de acuerdo con que la democracia es el mejor sistema”, concluye.
“Si no me gusta lo que piensa este presidente no lo dejemos gobernar o hagamos lo posible para que termine antes y quede avergonzado, pero cuando esto le pasa a alguien que me simpatiza políticamente decimos que es un golpe”, asegura el director de CADAL en cuanto a cómo cree que piensan los manifestantes en la actualidad.
Futuro en la región
El 2019 fue un año de cambios en los países de América Latina. Donde en los últimos años predominaban los gobiernos de centro derecha, ahora hay un re diseño del mapa ideológico. En Bolivia salió el líder socialista, Evo Morales, en Argentina volvió el kirchnerismo, en Uruguay perdió la izquierda después de 15 años de gobierno consecutivo y en Chile, Colombia y Ecuador la centro derecha están en jaque. Sin olvidar a Jair Bolsonaro, el mandatario de derecha que quedó acorralado entre la crisis regional y la liberación de Lula da Silva.
“Creo que es bueno que la región no tenga un sesgo único, ya sea de un lado o del otro, me parece que habla de pluralidad que haya gobiernos de distintos estilos políticos y habla mejor que los gobiernos vayan cambiando”. “Es sano que nadie quiera instalar determinada idea política”, concluye Salvia.