Un pique. Dos. Tres, si era una buena racha. Así era la pesca de los sábalos en el río Paraná. Con una caña y un anzuelo, un pescador artesanal era capaz de cazar algunos ejemplares. La inclusión de redes no resultó una amenaza ya que miles de ejemplares habitan esas aguas dulces. Las familias pesqueras subsistían gracias a la venta en el mercado interno.
Sin embargo, algunos empresarios visualizaron el negocio. A mediados de los 90 las fábricas se impusieron con la idea clara de exportar millares de toneladas. El final es bastante predecible, los sábalos, que solían llenar las aguas, desaparecieron, amenazando con desbalancear el ecosistema acuícola como se conocía. “La regla es básica: si el río produce diez por año, un pescador puede sacar hasta diez. Si saca 15, le está restando recursos al río”, explica Guillermo Spajic, biólogo y representante en Buenos Aires de “Salvemos al Paraná”, una ONG cuyo proyecto es conservar el ecosistema acuático del Río Paraná y hacer un uso sustentable de él.
En Argentina, el sábalo tiene un rol central ya que es la base de todo el ecosistema. Otros peces, con un valor económico más relevante, tal como el dorado, el surubí o el bagre, se alimentan, directa o indirectamente del sábalo. Su particularidad se centra en su carácter iliofago, ergo, se alimenta de microorganismos producidos por la descomposición de la materia, desperdicios o heces de otros animales.
Cada día mas insignificantes
Con el pasar de los años, el tamaño del sábalo se redujo considerablemente.“Es un tema complicado porque tiene un montón de aristas: una de ellas es el tamaño de los peces” agrega Spajic. “Quince años atrás, el peso promedio de esa especie era entre cuatro y tres kilos y medio. En la actualidad es de uno y medio y en algunos casos llega hasta dos”, argumenta Enrique Sierra, biólogo especialista en peces y cuyos múltiples trabajos han sido reconocidos por instituciones como el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
El sábalo necesita cuatro años de vida para poder crecer y ser aptos para reproducirse. Pero las empresas no esperan, el tiempo es dinero. Por la sobrepesca, no sobreviven dos años y si no crce, no se reproduce. “De seguir así, va a desaparecer el sábalo y caerá toda la pirámide alimentaria, es decir, desaparecerían también las grandes especies”, señala Jorge Cappato, presidente de la Fundación Proteger y miembro del Foro Global 500 de las Naciones Unidas.
Enrique Sierra, biólogo y pescador, agrega que que “desde hacía tiempo resultaba muy difícil encontrar sábalos de 42 centímetros entonces el mínimo se achicó a 38”. Esto, como resultado, incrementa las jornadas pesqueras para alcanzar el kilaje esperado.
Twilight Zone Argentina: las profundidades del río Paraná
Fabian Strach Katz, pescador deportivo y abanderado de la pesca con devolución invita a la reflexión: “El 70% del planeta es agua y sin embargo se conoce más de la superficie lunar que de nuestros propios océanos. Los ríos no son la excepción y ese es un grave problema que nos afecta directamente aunque a simple vista no lo notemos.”
Si bien el problema se hace notable ahora, cuando la amenaza ya es inminente, Strach Katz acusa que “la problemática no viene de ahora, más bien es una suma de factores con un común denominador: el hombre. Ese mismo hombre que con antaño cometió el grave error de creer que la abundancia de peces y grandes portes sería perpetua, es el mismo que hoy comienzo a tomar conciencia sobre la problemática ictícola. Los peces son parte de la minoría de animales mudos, es por ello que hay que levantar la voz por ellos.”
Más allá del tono amargo que pinta el horizonte, el pescador deportivo asegura que las nuevas generaciones de pescadores están tomando conciencia de la importancia de su protección al ver la disminución de las poblaciones.”Es un gran paso, teniendo en cuenta que unos años atrás habría sido imposible. Es importante, no solo porque es el primero, sino porque enciende una luz de esperanza para todos.”
Otra arista clave que usualmente se acomoda en un segundo lugar es la problemática social, opacada por el espectro económico y político de la cuestión. Todos estos ítems convergen y se complementan, debido a que se desencadenó la exportación de pescado de río a causa de la crisis del 2001. “Mucha gente se metió en esto de ser pescador y se empezaron a exportar grandes cantidades de sábalo” articula Spajic. No hay un punto claro del comienzo de la sobrepesca, pero una de las posibilidades es dicha crisis.
Prohibir la pesca implicaría condendar a la pobreza extrema a las comunidades ribereñas. No obstante, quienes salieron airosos en la ecuación fueron los acopiadores, los frigoríficos y los molinos de harina de pescado. Matias Jalil, guia de pesca de San Nicolas sentencia que hay “mucha burocracia y corrupción”. Él fue amenazado por los acopiadores luego de haberlos denunciado ante la policía en la comisaría regional. A su vez, agrega que la información “salió de la prefectura misma, sino no se explica. Te pones a pensar y ¿que ganas? Nada. ¿Que perdes? Un montón. Me amenazaron, perdí tiempo y gane odio, tristeza y frustación.”
Antes eran uno, dos y tres pescados. Ahora son una, dos o tres toneladas. Toneladas en heladeras. Toneladas fuera del agua. Los ríos se vacían, como los bolsillos de los pescadores artesanales, y los frigoríficos se llenan, como las cuentas bancarias de los empresarios. Nadie le presta atención a un pez con sabor a barro. Lo que no se entiende es que si se quita ese pilar básico, la pirámide ictícola se derrumba y arrastrará así el ecosistema.