Punto Convergente

La odisea de conseguir talles en primera persona

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Carolina Sánchez entra a un local de ropa de mujer junto a tres amigas ubicado en el shopping Alto Palermo. Inmediatamente la vendedora se acerca, y con sus ojos anclados en las tres jóvenes, que no eran ella,  les pregunta si las podía ayudar en algo. Carolina revolea la mirada, suspira rápido y se le para enfrente. “¿Habrá algo como para mí?”. Solo le bastó el gesto de la vendedora para entender su respuesta. Carolina sonríe tímidamente y sale de la tienda. La escena se repite en otros cinco locales del mismo shopping.

¿Para quién está hecha la ropa? Pareciera que para el maniquí. La diferencia entre S y L se redujo a un centímetro más de largo. “No trabajamos talles grandes”; “El más grande es un 40, pero el 40 de acá es chico”; “Llevalo que después se estira” son solo algunos de los comentarios que se escuchan en las tiendas y que desafían el autoestima de quien se anima a pedir un talle más.

Según una encuesta realizada por la Universidad Abierta Interamericana (UIA), casi el 40% de los consumidores tiene dificultades para encontrar prendas acordes a su cuerpo en los locales de Buenos Aires.

Por otra parte, la ONG AnyBody Argentina señaló que de 2254 personas encuestadas en 2016, de entre 12 a 68 años, el 68,81% dijo tener “siempre o frecuentemente problemas para encontrar talles grandes”

En la Argentina, existen 12 leyes provinciales, pero no una nacional. En el caso de la Ciudad de Buenos Aires, la ley fue sancionada en 2009 y reglamentada en 2012, y aún las tiendas todavía no cumplen con la exigencia principal de garantizar un mínimo de ocho talles por modelo. Los vendedores apuntan a los dueños y los dueños a los proveedores, que sostiene que la ley no los obliga a fabricar prendas de talle 54 y que de hacerlo, estarían perdiendo dinero.

“Casi ni existen marcas que estén orientadas a mujeres adolescentes. Los locales que venden ropa con talles especiales son, el 99% de las veces, tiendas para gente mayor. No son prendas para una joven de 18, 20 años. Si yo quiero la misma camisa que tiene ella, ¿por qué no la puedo tener?”, pregunta Carolina mientras señala a una de sus amigas.

Y agrega: “Yo a los shoppings ya ni vengo. No solo no encuentro nada, sino que es muy triste tener que soportar las miradas y los gestos de los vendedores cuando te dicen, con palabras sutiles y gestos desubicados, que la ropa no está hecha para vos”.

Discriminados pero resignados, son pocos los que realizan denuncias en Defensa del Consumidor de la Ciudad. En Capital, donde se prevén multas de hasta 65.000 pesos para los infractores, no hay inspecciones. “Con la tela de una XL hacen cuatro camisas. Al empresario le sirve más hacer prendas para gente delgada, por lo que nosotros solo ofrecemos los cuatro talles clásicos. Ni sabía que había que tener ocho por ley”, asegura Luis Greco, vendedor de uno de los locales del shopping.

El talle único se convirtió en él único talle disponible en la mayoría de las tiendas de indumentaria. Además de las de la Ciudad y Provincia de Buenos Aires, en los últimos años se aprobaron leyes de talles en las provincias de Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, Mendoza, Santa Cruz y Córdoba. Ya se presentaron cuatro proyectos de ley al congreso para sancionar una ley de talles a nivel nacional, pero todavía no se avanzó con ninguno. El último fue impulsado por la senadora Inés Blas y apoyado por AnyBody.

LAS MALAS MEDIDAS Cuando nací lo primero que hicieron fue separarme de mi mamá para lavarme, pesarme y medirme. A los 6 meses de edad, en un control con la pediatra, me volvieron a medir y pesar, dieta. Muy gorda para mi edad. A los 4 años empecé clases de danza. Me midieron y en comparación con mis compañeras era grande, así que en la muestra de fin de año me tocó quedarme atrás. A los 7 quise como regalo el disfraz de mi heroina, Sailor Moon, pero mis medidas eran aún mayores que el tamaño mas grande, así que me tuve que conformar con usarlo ajustado, corto y por muy poco tiempo. A los 11 me crecieron las tetas. Mi primer corpiño ya fue de 90cm y por primera vez senti que mis malas medidas se convertían en buenas, pero no. Los chicos que me gustaban no gustaban de mi, sino de mis tetas. Y tratar de tocarlas era un juego para ellos, pero a escondidas, obvio. Nadie se puede enterar que te gusta el cuerpo de una gorda. A los 14 empecé a estudiar comedia musical y otra vez mis malas medidas me decían que mi cuerpo no se parecía al de mis compañeras, entonces no importaba cuanto me esfuerce, mis malas medidas me definían. A los 18 llegué a pesar 60kg. Un amigo de mis papás me felicitó y me dijo que estaba muy linda, que me cuide, así no volvía a engordar. Hoy a los 26 no recuerdo cuantas veces en entrevistas o gente que me conoce cuestiona mis malas medidas. Lo mas importante sobre mi parece ser cuanto peso y cuanto mido. Como si mis medidas me definieran. Como si mi peso le restara importancia a lo que pienso o digo. Para muchos soy un número en una balanza y unos centímetros de circunferencia. Como si mi cuerpo fuera público, todos creen tener el derecho de opinar sobre el. Hoy me encuentro luchando contra mis propias ataduras, mis malas medidas me condicionan todo el tiempo. No soy solo un cuerpo. No quiero que mis medidas me definan nunca mas. No quiero más presión sobre mi cuerpo. Mi belleza no la define mi peso. Basta de exigirle a los cuerpos estándares imposibles. Somos humanos, somos distintos. Entendamos de una vez que los estándares de belleza también son violencia. Que no haya ninguna muerta mas por sus malas medidas. #niunamenos

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Brenda Mato, modelo Plus Size, activista y voluntaria de la organización, explicó: “Necesitamos conocer las medidas corporales reales de los argentinos. Hace falta completar el estudio antropométrico que desde hace unos años está haciendo el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y que permitirá confeccionar una tabla de medidas estándar”.

Y añadió: “Después de eso es necesario pensar en una ley nacional coherente. Ahora hay doce normas distintas que se contradicen entre sí y que no se cumplen. Para mí ir a comprar ropa es un trámite más que un placer. No debería ser así, ni para mí ni para nadie que no cumpla con los estereotipos de belleza ridículos que imponen las industrias de la moda”.

Desde AnyBody Argentina hace más de seis años controlan que el sector textil nacional “garantice el derecho a vestirse” para evitar el “odio de las mujeres a sus curvas”.

En cuanto a la ley nacional que promueven, la ONG busca que se le exija a los comercios un rango de entre 7 y 8 talles y que se normalicen los talles para que, por ejemplo, un 44 tenga las mismas medidas en Buenos Aires, Córdoba o Chubut.

“Se le niega a una persona el derecho de vestirse como si fuera una lacra social. Te podés enojar, te podés pelear, pero vas a pasar un mal momento y vos vas a terminar igual: triste porque no te pudiste llevar la prenda que tanto querías”, concluye Carolina.

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