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La migración limítrofe en Argentina: ¿Tolerancia o rechazo?

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A mediados del siglo pasado,  Argentina fue uno de los países que protagonizó la lista de las migraciones europeas transatlánticas mientras se desarrollaba un proyecto de expansión económica. Actualmente, el país tiene un panorama opuesto: recibimos una mayoría de migrantes de países limítrofes y ya no somos la cuarta potencia mundial. En menos de un siglo, los residentes pasaron de europeos a limítrofes.

Según la Dirección Nacional de Migraciones, Argentina recibió en el primer cuatrimestre del 2016 -no hay datos oficiales para el segundo cuatrimestre de ese año- un total de 29721 migrantes de países vecinos, lo cual representa un crecimiento del 91% de visitas frente al 16% de residentes europeos durante el mismo período.

En cuanto a los países vecinos, la corriente que más creció de enero a abril de ese año fueron brasileños (494%), uruguayos (146%), peruanos (101%), paraguayos (81%), bolivianos (57%) y en último lugar, chilenos (39%). Si se analiza el mismo fenómeno entre los años 2011 y 2015, la Argentina recibió 570371 migrantes de aquellos países.

Sin embargo, para el segundo caso, la corriente mayoritaria fue boliviana (87%), brasileña (45%), uruguaya (32%), chilena (5%), paraguaya (2%) y, en última instancia, peruana con una reducción del 7%. En cuanto a las provincias más populares para habitar, la protagonista es Buenos Aires.

Una vez radicados en el país, los migrantes tienen distintos organismos que les asesoran acerca de tramitaciones y documentación necesaria para un establecimiento legal. Un ejemplo de ellos es la consultora GEMA Immigration Services la cual se dedica a cuestiones migratorias desde 1990.

Osvaldo Spoltore, uno de los apoderados de la empresa y licenciado en Relaciones Internacionales, explicó que las nacionalidades mayoritarias provienen de personas de países limítrofes. “Paraguayos y bolivianos son los que más se están radicando en nuestro país ya hace muchos años. Aunque en el 2006, hubo un programa llamado ‘Patria Grande’, y dio a todos los sudamericanos nativos -o Mercosur ampliado- la posibilidad de administrar las migraciones porque había cientos de miles y se quería sacar el ingreso ilegal. Con esa regulación se les permitió –con un trámite muy sencillo- inscribirse sin ir a migraciones porque eso hubiera sido imposible”, afirma.

Según el especialista, entre las consultas más frecuentes se encuentra qué es el Registro Nacional Único de Residentes Extranjeros (RENURE) y cómo funciona. Este organismo nació en 2006 y es un registro que implementó migraciones con el objetivo de facilitar el ingreso de trabajadores invitados por empresas nacionales. Otra consulta frecuente es acerca de los requerimientos necesarios para obtener la residencia. De acuerdo a nuestra reglamentación actual, los países del Mercosur tienen un tratamiento preferencial y resulta más sencillo obtener la aprobación en comparación con el resto de las regiones.

Para ello, se necesita cumplir al menos con una de las siguientes cualidades: ser estudiante de una carrera formal, ser un trabajador llamado por una empresa que se involucre en el procedimiento, un pensionado que recibe dinero del exterior o un rentista con un capital -$30.000 mensuales o más- fuera del país que le dé un interés.

Esta normativa también alcanza a familiares directos de un argentino ya radicado. Sin embargo, no es posible ingresar a la Argentina si el migrante tiene antecedentes penales de penas privativas de la libertad en su país de origen.

Cuando la ley no alcanza

A pesar de los esfuerzos legislativos, los ciudadanos argentinos son menos amigables que las normas que les rigen. Las denuncias por discriminación de residentes de países vecinos han crecido en los últimos años.

Según fuentes del Instituto Nacional contra la Discriminación, Xenofobia y el Racismo (Inadi), “el rechazo hacia personas diferentes a uno es un fenómeno de escala mundial. La xenofobia, entendida como el odio hacia personas migrantes provenientes de otras naciones, no es indiferente ante los sujetos sobre los que se ejerce: no es con cualquier población migrante que despierta una ola de repudio racial sino que está dirigido a una comunidad en particular con ciertos rasgos físicos, culturales o religiosos diferentes a los propios”.

En esta línea, las denuncias por discriminación de residentes de países vecinos han crecido en los últimos años bajo las frases de “me dicen que vengo a sacarles el trabajo”, “me dicen que me vaya”, “me dicen que vengo acá a robar”.

A nivel nacional, la Ley de Actos discriminatorios 23.592 aprobada en 1988, sentó las bases para combatir las distintas expresiones de la discriminación en nuestro país.

Asimismo, en 2005 se aprobó el decreto 1086/05 titulado Plan Nacional contra la Discriminación, otorgándole al Inadi la coordinación de la ejecución de las propuestas indicadas en el mismo documento, la Ley de Educación Nacional 26.206 y la Ley Migratoria 25.871.

Esta última establece el derecho a migrar como esencial e inalienable de la persona sobre los principios de igualdad, universalidad y fortalecimiento del tejido cultural del país. En tanto, el residente tiene los mismos derechos civiles, culturales, económicos y políticos que los habitantes nativos.

Uno de los ámbitos del país donde no son suficientes las disculpas verbales es en el fútbol. Un ejemplo de ello fue en octubre del año pasado cuando la AFA fue sancionada por la FIFA en un partido contra Uruguay y debió pagar u$s 25.000 por “invasión de campo y cantos insultantes”.

En el mismo año, la FIFA recaudó u$s 410.000 por la misma sanción de la selección de Chile, Brasil, Paraguay, Canadá, Italia, Albania, Perú, Honduras, El Salvador y México. En cuanto a los equipos nacionales, es habitual que el árbitro frene el partido por cantos discriminatorios. Uno de los cánticos favoritos de la hinchada de Independiente cuando juega contra Boca Juniors es “hay que saltar, hay que saltar, el que no salta es de Bolivia y Paraguay”.

Según la psicóloga Carolina Capria, el rechazo frente al otro es un fenómeno que saca a la luz el lado más “humano” del hombre: “nosotros primero nos identificamos como individuo y después como integrante de un colectivo social. En los casos de xenofobia, primero se nota la diferencia con el otro que encima tampoco se ajusta a la sociedad de la que forma parte. Entonces, la distancia entre esa persona y uno es doble. Vivimos en un mundo donde se han perdido los valores solidarios fundamentales”.

Sin embargo, el factor humano no es el único que hace al fenómeno xenófobo. Para Pablo Ceriani, vicepresidente del Comité de Derechos de Trabajadores Migrante de la ONU, “la incomprensión de conflicto social se agrava en un contexto de crisis política y económica”.

“La migración no es natural ni mucho menos automática y eso transforma a la sociedad. Entonces debe tratarse en las escuelas, en los medios de comunicación, discursos políticos y de otros actores sociales construyendo respeto para formar una sociedad multicultural”, dice Ceriani.

Ante un escenario difícil para la integración en la sociedad argentina, el especialista sugiere como solución avanzar en el respeto de los Derechos Humanos. “Tanto en Argentina como en América del Sur, en materia migratoria, los Derechos Humanos ya no son una cuestión jurídico o legal sino que el respeto de esos derechos para los migrantes lo que hace es cohesionar a una sociedad, mejorar la salud pública, la educación de los niños que vienen, seguridad nacional al saber acerca de quiénes están en el país y si llevan buenas condiciones de vida. Esto no es una cuestión jurídica sino de pensar políticas de desarrollo social, de conocimiento como humano de manera integral y formar sociedades más justas y pasivas”, concluyó.

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En primera persona

Dionisia Delgado Acosta (63 años)

“Yo vine a la Argentina para aprovechar, para vivir otro horizonte. Mi adaptación a la cultura argentina fue fácil, en ningún momento sentí que me estuvieran dejando afuera. Estoy en el país hace 50 años, vine para estudiar y luego trabajé como comerciante y ahora soy ama de casa. El trato siempre fue bueno. La Argentina es un país generoso porque recibe a todos los inmigrantes con cariño. El atractivo más grande que tiene el país es que la persona que viene a trabajar siempre encuentra trabajo. También, las condiciones laborales son mucho mejores. En Paraguay sentía que las posibilidades para progresar eran muy pocas. Sólo algunos tienen esa suerte. En cambio en Argentina sobran las oportunidades. Yo a esta tierra la quiero como si fuera mi tierra natal”.

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