Punto Convergente

Entrevista a Ariel Palacios: “No hay respuestas únicas para las preguntas actuales”

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Desde 1996, Ariel Palacios es corresponsal en a Argentina para el diario O GloboNews. Con pocos contactos, el periodista decidió instalarse en una de las ciudades más noticiosas de la región: Buenos Aires. También, hizo trabajos como corresponsal para Radio CBN y Radio Eldorado. El periodista cubrió toda clase de acontecimientos, desde golpes, rebeliones y desastres naturales hasta carreras de caballos en el Hipódromo de Palermo, en Buenos Aires.

¿Cómo fue la adaptación tuya y de tu familia a la vida del corresponsal?

AP: Fue una adaptación gradual, mas o menos a lo largo de un año. Cuando llegué a Buenos Aires empecé como freelancer y hacía un promedio de tres notas al mes. Luego de un año de residir acá, hubo una crisis grave durante el gobierno de (Carlos) Menem y en vez de pedirme una nota cada 10 días empezaron a pedirme prácticamente tres. Fue un cambio radical. También para ese entonces coincidió que empecé a trabajar para una radio de Brasil llamada CBN lo cual fue una novedad porque nunca había estado en ese medio. Al finalizar el 96, se inauguró un nuevo canal de televisión en Brasil y también empecé a trabajar ahí, haciendo periodismo en tres soportes diferentes. Los primeros meses fueron graduales pero más adelante fue todo medio a las apuradas.

La adaptación familiar fue de mi mujer y yo, mi hija nació solamente hace cinco años. Eso antes hubiera sido imposible porque estaba muy saturado de trabajo. Lo difícil fue llegar a una ciudad en la que no tenía ningún tipo de fuente periodística. El otro problema complicado fue enterarse de toda la crisis política argentina -la cual es bastante compleja- además de resolver problemas cotidianos. Es difícil estar solo, ser tu propia redacción. La profesión del periodista podría compararse con la de los médicos de guardia: la familias tienen que estar adaptadas a un ritmo loco, sin horarios rigurosos

¿Qué tan difícil es analizar un hecho local con la mirada de tu país de origen?

AP: Yo no creo que sea tan así. Pero es un tema de gran debate entre los colegas. Yo creo que es bastante sencillo: hay que contar los hechos. Luego, habrá que analizar el tema de acuerdo a los lectores. Por ejemplo, el lector uruguayo está muy enterado sobre la Argentina y con esto, no es necesario explicarle algo como el peronismo. En cambio, al brasileño sí porque la conexión es otra, a pesar de ser vecino y su principal socio comercial. No es una cuestión de mirada sino de gastar más espacio y explicar algunos matices que en otros países no sería tan necesario. Ni hablar de explicarle la Argentina a un alemán o un sueco requeriría más labor que a un latinoamericano. A un uruguayo es fácil, a un brasilero es más complicado y a un alemán es casi un trabajo surrealista. La clave es explicar bien los hechos. Yo creo que alguien que explica bien algo para alguien poco informado dentro de su propio país está capacitado para explicar algo que esté fuera de su propio país.

¿Qué características adicionales tiene un corresponsal frente al periodismo tradicional?

AP: Primero, debe tener más paciencia porque es un trabajo más engorroso, más complicado. Toma mucho más tiempo que quién está en una redacción con horarios definidos. No tiene alguien que le pase un número telefónico y va a hacer la entrevista “a tal hora”. El corresponsal tiene que hacerlo todo solo. Eventualmente ser fotógrafo. También paciencia porque uno está fuera de la redacción y no tiene un feedback permanente de si lo que está haciendo está bien o más o menos. Entonces, es saber cómo trabajar en solitario y a veces suele ser un poco complicado.

En segundo lugar, tener flexibilidad mental para escribir sobre los diversos asuntos desde economía como una caída abrupta en la bolsa de valores, una pelea política o, por ejemplo, una carrera en el hipódromo. Ya me pasó que viene un caballo muy importante de Brasil a disputar una carrera acá y yo que no sabía nada tuve que aprender a las apuradas toda la jerga hípica.

Yo venía de la sección cultural de un diario, nunca había estado en política –por más que me interesara- y jamás había escrito sobre economía. Entonces, uno va aprendiendo a las apuradas todos esos temas. Flexibilidad mental no solo para las diversas secciones para las cuales uno tiene que aprender a escribir pero también para entender que las cosas en otro país funcionan de forma diferente y que eso no quiere decir que esté bien o esté mal. Es sencillamente que son diferentes y para no andar juzgando como si solo funcionan las cosas del país al cual uno pertenece, el país de origen. Flexibilidad mental para entender todos los escenarios políticos. Por ejemplo, yo me acuerdo cuando fue la crisis del 2001, el corralito, en aquella época mucha gente en Brasil decían que la gente se iba a acostumbrar a usar la tarjeta de crédito y yo decía: no, están locos. El argentino quiere usar el cash. Eso era lo que no entendían que si en Brasil funcionaba por qué no lo iba a hacer en Argentina. Hay matices que son muy diferentes. Yo trataba de explicarles que los argentinos pasaron por muchas crisis.

Tercero, tiene que tener una buena formación cultural, saber idiomas y no sólo para comunicarse mejor. El idioma castellano y el portugués son muy parecidos, es fácil. Pero yo he visto errores de interpretación de palabras que son muy parecidas. 

Cuarto, respetar totalmente el off, respetar la fuente. La fuente que uno respeta le dice a otra fuente “mira, ese periodista es de confianza porque respetó el off que yo le di”. Hay que proteger a la fuente de todas formas. Uno se lo tiene que llevar a la tumba. Eso hace que uno sea respetado y que la gente confíe para hablar cosas con uno en off. Especialmente como un país como Argentina en que la mayor de las cosas se dice extraoficialmente.

¿Cuál fue el evento más inesperado que tuviste que cubrir?

AP: Han habido cosas desde emocionantes como notas sobre la recuperación de nietos por las Abuelas de Plaza de Mayo. Una como la de Horacio que lo entrevisté por el 2006 justo dos meses después de que recuperara su identidad y él todavía no estaba acostumbrado a que lo llamaran por su nombre original. Entonces, cuando uno llamaba y decía “Horacio”, él no se daba vuelta. 

Hay cosas que son emocionantes y que pueden ser anecdóticas, curiosas. Como entrevistarlo a Menem cuando era presidente y que es una figura bastante peculiar: un hombre con el pelo re teñido, con maquillaje, bastante vanidoso, bajito, de hombros estrechos y que no paraba de mirar el escote de las mujeres, un hombre repugnante. También Néstor Kirchner que hablaba y te escupía al mismo tiempo. En esa entrevista, mi foco era él y no ella. Con una colega española, la que decide si nos dan la entrevista es Cristina. Subimos al ascensor con ella, mientras que Néstor Kirchner y Alberto Fernández subieron después porque es un ascensor muy chiquito. Ellos vivían en el quinto piso pero era un ascensor que subía con una lentitud impresionante. Había que decir algo para romper el hielo. Fue en abril del 2003. Entonces, la miro y le digo “yo creí que usted era mucho más alta”. Me mira fusilándome y dice “¿por qué? ¿Le parece que soy bajita?” y agregue haciendo un tono sincero “nono, senadora. Usted es tan delgada y su personalidad es tan avasallante que parece más alta de lo que es” y ahí abrió una sonrisa descomunal “ay bueno, muchas gracias”. O como De la Rúa, que lo entrevisté 10 años después del colapso, en diciembre de 2011, me dieron el número y llamé pensando que era de un encargado de prensa. No, era De la Rúa. Yo pensé “¿cómo? ¿No tiene un secretario?”. Me llamó la atención que él atendiera. Le expliqué quién era y me pidió que lo llame la semana que seguía porque estaba con unos problemas. Lo llamé a la semana siguiente, me atendió de nuevo, me dio una dirección para que fuera a la oficina. Entonces, fui, toqué el portero, me atendió él y me dijo que suba. Cuando toqué la puerta y me abrió un tipo con un acento riojanísimo “el presidente De la Rúa ya viene a atenderlo”. Me puse a ver unas fotos y había una foto con Perón y pensé que en algún momento se hicieron las fotos por formalidad. Le pregunté por las fotos, si se las había dedicado a él y dice “no, me hubiera gustado mucho. Nunca tuve una charla con el presidente. Pero estas fotos son dedicadas a un amigo mío que es el dueño de la oficina”. Le pregunto si tiene oficina y me dice “no, me la presta un amigo que es peronista”. Yo pensé “un radical trabaja en una oficina trabaja en una oficina prestada por un peronista”. Era una parodia del fracaso. Me habían dado una información pero yo se lo pregunté porque no pensé que podía ser verdad. Le digo “mire, me informaron que usted perdió dinero en el corralón”. A el corralón lo hizo Duhalde y era el confisco de las cuentas en dólares. Entonces, me dijo “sí, es verdad pero no me gusta hablar del tema”. No le pregunté más pero mientras pensaba “este tipo es tan idiota que hizo un confisco cambiario y dejó plata en dólares como si después la cosa no se fuera a agravar. Se la merece por idiota”. Es más burro de lo que yo pensaba. Uno ve cosas así que ilustran cómo son los políticos en el poder y fuera del poder. Las cenas y los almuerzos entre corresponsales son muy divertidas porque uno tiene mucho para comentar y contar.

En el ’99, cuando asesinaron al vicepresidente de Paraguay, Luis María Argaña, al país lo cerraron durante 3 días. Al cuarto lo abrieron y entramos todos los corresponsales. El gobierno de Cubas Grau duró cuatro o cinco días y ahí se tuvo que escapar del país. Casi hubo un intento golpe de estado. Era un lío colosal, protestas en las calles, varios muertos civiles. Fui a hacer una entrevista en el senado paraguayo en Asunción. Toqué el portón porque era un antiguo edificio colonial. Cuando uno está apurado, el jefe te dice que mandes la nota, uno se empieza a poner nervioso y empecé a golpear con fuerza “ábranme, soy prensa brasileña y quiero entrevistar a un senador, al que sea”. Un guardia de seguridad me dijo que me iba a conseguir uno y vino un tipo como de caricatura, esos clichés que los norteamericanos se imaginan de México que no existen en México pero que en Paraguay si existen. Me aparece un senador gordo, enorme, con un bigote enorme, con un sombrero y yo “¿un sombrero a las 8 de la noche?”, una corbata con unos motivos tropicales, un traje de lino beige, sandalias de cuero y un cinturón de lujo. La única cosa de buen gusto que tenía era un cinturón de cuero trenzado que quedaría impecable en cualquiera y en él lo hacía un 5% menos peor. En el cinturón tenía metido un revólver. No me acuerdo que me dijo pero pensé en que era el estereotipo del tercer mundo.

Con la aparición de Internet y el auge de las tecnologías, ¿Crees que los corresponsales están por extinguirse? ¿Cómo ves el futuro del periodismo internacional?

AP: Las tecnologías son un arma de doble filo: han sido algo útil pero un problema al mismo tiempo. Por un lado, muchos diarios pequeños han dejado de usar corresponsales y han repetido notas de diarios de otros países. Por el otro lado, las tecnologías permiten que los periodistas trabajen más porque ahora uno tiene que hacer la edición para la web, impresa y eventualmente, videos o audios. Entonces, hay más trabajo por el mismo salario. La capacitación de herramientas y uso de aplicaciones es sólo para los periodistas muy mayores porque los otros se han ido adaptando. A veces no es tanto el uso de la tecnología, sino que las personas se adapten a cómo hablar para los distintos soportes. Pero, las tecnologías te permiten que vos estés enterado de más cosas al mismo tiempo pero con las redes sociales hay mucha información disparatada. Por eso, hay que tener cuidado cuando se reproducen informaciones de las redes que son falsas. Digamos que lo positivo y lo negativo es medio un empate. A todo esto se le suma que el periodismo está en una etapa de transición que ya viene desde los años 90 y no hay un horizonte claro de cuándo esta transición va a terminar. Todavía hay que definir qué tipo de modelo periodístico se establecerá. Por el momento, faltan certezas. No hay respuestas únicas para las preguntas actuales. La única conclusión que surge de los debates periodísticos es que es imposible tener conclusiones. Esa es la definición que se le da al periodismo.

¿Qué recomendaciones le darías a futuros corresponsales y/o estudiantes de periodismo?

AP: A estudiantes de periodismo mi recomendación puede ser medio dramática. El periodismo es un trabajo muy bello pero diría de tenerlo como hobby. Al que está estudiando periodismo hoy, ni bien termine la carrera, sugiero que estudie otra cosa completamente diferente. Algo que sea en un sector más sólido que el periodismo. Si pueden lograr esto, vayan para adelante. Y si no, sigan en la misma línea. Pero, es una profesión que va desapareciendo en diversas facetas. Hoy por hoy, ya no está más el sabueso de noticias como consecuencia de la aparición de Internet. El hombre radioescucha ya no existe más. Otro caso es el fotógrafo quien está en vías de desaparición. Yo no sé si van a desaparecer porque no todos los periodistas van a hacer fotos de calidad, pero el número de fotógrafos en una redacción se redujo mucho más que el número de periodistas en una reducción porque estos le encuentran la vuelta a las fotos con los celulares. Igualmente, ser periodista hoy es algo posible aunque no sé si lo será dentro de 20 años. Alguien que entra en el mercado laboral ahora todavía tiene un escenario imaginable pero no sabría asegurar cómo será esta profesión en un par de décadas. No digo que hacer periodismo ahora sea malo, sólo que hay que estar preparado para un eventual cambio de actividad a mitad de la carrera. Por ahora, lo importante es cómo encontrarle la vuelta. Si bien pueden haber pocas vacantes laborales, cuando uno es buen profesional y tiene buenos contactos, va a encontrar su lugar. Los muy buenos van a sobrevivir.

Por Josefina Díaz y Rocío Gorbea

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