Punto Convergente

El desamparo después de la violencia

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Nancy tiene 45 años, trabaja como empleada doméstica de lunes a viernes. Tiene tres hijos. Hace algunos años escapó de la casa que compartía con su ex marido. Era más joven e insegura, Brisa, la hija màs chiquita, todavía era bebé pero una noche, juntó valor y salió corriendo solamente con lo puesto. No tenía dinero, no tenía trabajo, no tenía sus cosas, pero sí tenía mucho miedo. Afortunadamente esa noche el temor a las amenazas no la paralizó y pudo escapar.
Hoy Nancy empezó a reconstruir su vida, alquila un lugar para vivir con su hija. Su pesadilla personal terminó porque las amenazas del padre de sus hijos cesaron. Pero ahora frunce el ceño porque le preocupa que sus hijas pasen por lo mismo que ella.
Para proteger a Clara, su nena de 12, le paga a una señora que la busca en la puerta del colegio y la lleva hasta su casa para que tome la leche y haga la tarea. “¿Qué pasaría si un día mi hija vuelve sola a casa y alguien me la lastima?” se pregunta la mamá. Es lógico que sea tan precavida y cuidadosa: su hija mayor sufre de violencia a manos del novio.
Los fines de semana viaja a su casa en Garín y cada viernes por la noche se encuentra con un escenario diferente. Micaela, la hija mayor, tiene 18 y un novio que la golpea. Un año atrás tuvo un bebe que nació a los seis meses de embarazo. El parto se adelantó porque Micaela recibió una golpiza terrible y a pocas semanas de nacer el bebé murió. “Cuando junté una plata le compré un cajoncito a mi nieto”, relata Nancy con los ojos enrojecidos haciendo un gesto con las manos para describir el pequeño tamaño del ataúd que consiguió con mucho esfuerzo para despedir los restos del bebé.
Cuando se recuperó de las secuelas del aborto, madre e hija se decidieron a denunciar al chico que la golpeó hasta provocarle la muerte al bebé de ambos.
En la comisaría las recibió un oficial que a los pocos minutos de iniciar la redacción de la denuncia esbozó la frase: “pero no te veo golpeada, no tenés nada”. Nancy no soportó más la desidia del policía que en parte se rehusaba a tomarle la denuncia y le preguntó furiosa si era necesario traer a su hija muerta en brazos para que tomen medidas contra el hombre que la somete a la violencia constantemente. A lo que el oficial respondió “mire no venga a quejarse si no tiene ni un razguño, las mujeres se la pasan levantando denuncias ante la primera pelea con sus noviecitos -y agregó- parece que está de moda la violencia de género”.
La violencia de género está de moda
Por despecho, por odio, por robarles, por un embarazo no deseado, por estar alcoholizados, por una discusión de adolescentes, por celos, por violarla. Centenares de motivos se desprenden tras un femicidio. “Ni una menos” rezan los pedidos de las mujeres que se solidarizan con el reclamo de los familiares de las víctimas de femicidios.
Con cada caso la sociedad se escandaliza, las chicas se ponen en el lugar de la víctima y quienes son padres piensan en los familiares de la chica que fue asesinada. Nadie justifica los hechos y la opinión pública se une en el repudio hacia estos hechos.
Sin embargo todos los días las mujeres toleran desde violencia verbal disfrazada de piropos hasta violencia irracional en sus casas. Estas últimas, cuando deciden denunciarlo, como en el caso de Nancy y su hija, son maltratadas en las comisarías. Violencia después de la violencia: tras ser golpeadas se sienten desamparadas cuando llegan a las comisarías. Llegan a acusarlas de denunciar a un hombre de violento por una cuestión de “moda” o por simple despecho.
Este tipo de respuestas, ante una denuncia, dejan al descubierto una falta de sensibilización. Los agravios a una mujer golpeada que tuvo la iniciativa de terminar con su situación, en muchos casos conllevan a que se deshaga la intención de la misma. Además se desestima el problema de la violencia porque se lo toma como de índole privada, como un conflicto entre dos personas en particular. Y lo que es más grave aún,, no se toma el femicidio como una política pública.
Ante la falta de capacitación de quienes reciben a las mujeres maltratadas, la diputada nacional por la UCR, María Luisa Storani, presentó un Plan de Acción Nacional que exige que todo el personal que toma parte en estos temas estén entrenados de forma que atiendan a las víctimas con mayor sensibilidad. Esto requiere que se dicten cursos de capacitación, para que los receptores de las denuncias cuenten con herramientas que sirvan a un mejor cumplimiento de sus funciones. El Plan también propone la creación de juzgados especializados en violencia, con equipos conformados por personas capacitadas, sensibilizadas y con una mirada de género.
Dónde denunciar
Ante un caso de violencia, la mujer afectada puede llamar durante las 24 h al 144 o dirigirse a los juzgados de familia, los juzgados de paz en la provincia, a las comisarías de mujeres o comunes. También se puede apelar a las autoridades municipales para denunciar este tipo de delitos para que el municipio dé una respuesta. También se pueden hacer denuncias online en el ministerio público fiscal aquí.
En Argentina la ONG, La Casa del Encuentro, ofrece asistencia a mujeres golpeadas de todo el país. Además, para luchar contra la violencia hacia la mujer, la organización realiza numerosas actividades durante todo el año para generar conciencia en la gente sobre esta patología social que afecta a tantas chicas.
María Luisa Storani afirma que “la provincia de Santa Fe tiene muy aceitado el sistema y Rosario es un ejemplo por cómo trabaja” y agrega que “en otras provincias es un desastre y estos asuntos estan a la deriva, por ejemplo en Jujuy hay muchos femicidios y las mujeres son apaleadas o molidas a golpes, sin testigo alguno”. El abismo entre los sistemas de los distintos sectores a nivel nacional se debe a que, si bien las provincias adhieren a la ley, muchas no han reglamentado la misma hasta el momento.  Storani propone que el Gobierno “tercerice las cuestiones a las que no puede llegar y las deje en manos de las ONGs, que están preparadas para asistir y dar contención a las víctimas de la violencia de género”.
Cabe preguntarse, ¿cuántas muertes como la de Katherine Moscoso, la de Ángeles Rawson, la de Candela Sol Rodriguez faltan para que el Estado accione con un programa para proteger a las mujeres que son vìctimas de la violencia? ¿Cuántas veces se debe repetir la pesadilla de Nancy y sus hijas para que en las comisarías se tomen en serio las denuncias?

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